40. Secuestro.

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Desperté cuando escasos rayos de sol que penetraban la ventana iban directos a mi cara y cuando noté el lado derecho de la cama frío, sin el cuerpo que recordaba al acostarme, sin él.

-Estoy en el escritorio—susurró tanto que no sabía diferenciar si era parte del sueño en que podría estar sumido o parte del mundo real, hasta que entreabrí los ojos para encontrármele sentado con un cuaderno entre las piernas, los cascos conectados a su móvil y con el pelo rizando cayendo por su frente.

-Tengo sueño—miré la hora, las diez menos cuarto—es temprano, que haces?

-Componer—me senté en la cama mirándole con curiosidad.

-Me lo puedes enseñar?—negó con una sonrisa en la cara.

-Y ahora levanta que vamos a desayunar en el bar de enfrente con Glenda y Óscar—se levantó de la cama y me tendió la mano.

A sabiendas de lo que pasaría tiré de su mano con más fuerza de la necesaria y quedó tumbado sobre mí, le enganché con mis piernas alrededor de su cintura para evitar que se fuese.

Estuvimos así un buen rato rociándonos de amor, llenándonos de besos y apaciguando cualquier monstruo con nuestras risas empastadas a la perfección.

-Anda vamos petardo—desenredé mis piernas dejando que se levantase y tendiese su mano para ahora sí levantarnos.

Nos vestimos yo con ropa suya que le estaba algo más pequeña aunque lo único que me estaba bien era la sudadera ya que me gustan sudaderas algo más anchas.

Saludamos al salir de la habitación y cruzarnos con Glenda en el pasillo.

Nos sentamos en el sofá a esperar a que la pareja estuviese preparada para salir a desayunar.
Cuando ya estaban listos salimos al bar, desayunamos entre temas de conversación que tenían más bien poca importancia, risas y achuchones por parte de ambas parejas.

Volvimos solos al piso porque Óscar y Glenda se quedaron a dar una vuelta por Badalona, al llegar nos tumbamos en el sofá para ver la televisión o intentarlo porque Agoney no dejaba de cambiar de canal porque no me gusta esto, esto es horrible, aquí los anuncios, esto es repetido y así infinitas de excusas para acabar abrazados en el sofá, dándonos mimos y con el corazón a mil por ahora por la intensidad con la que ambas bocas se chocaban, se hablaban sin necesidad de palabras, por los jadeos intermitentes por los besos al ver que la situación iba subiendo de tono.
No llegó a más porque ambos sabían que tenían poco tiempo y para calmar las constantes ganas que se tenían necesitaban tiempo: para quererse y devorarse en esa cama de matrimonio que se quedaba fría cuando el canario estaba sin el otro.

El poco tiempo que tuvieron a solas lo aprovecharon para quererse y adorarse sobre el sofá de tapicería negra, hasta que llegaron los otros dos isleños.

-Chicos, son las 11:30 y el partido es media hora, cojo mis cosas y salimos—justo eso hicimos.

A los cinco minutos estábamos los cuatros ya en camino al estadio donde Álvaro jugaba.

Ya vamos tete, mucha mierda y dedícame un gol, eh.

Tardó unos veinte minutos en contestar.

Gracias por venir, a los 4.

Te lo dedicaré lobito.

Voy a entrenar, al acabar venid a la puerta por donde salimos y nos vemos.

Vale, te quiero tete.

Nuestro Mayor Sueño - Ragoney.Where stories live. Discover now