CAPITULO XVI: REENCUENTRO FAMILIAR

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Alfred abrió los ojos en su cama y sonrió al recordar todo lo acontecido durante la noche anterior. No era un sueño. Amaia había organizado la boda más bonita del mundo en menos de 24 horas. Para él, lo que hicieron ayer significaba más que todas las ceremonias que iban a celebrar en el futuro. Lo de ayer era más importante que firmar un papel en el que legalmente se demostraba que estaban unidos maritalmente. Amaia se había abierto como nunca antes lo había hecho. Había mostrado sus sentimientos y se habían jurado amor eterno. Y eso, era lo realmente importante.

Giró la cabeza y vio a Amaia con el pelo revuelto y desnuda. Desnuda, sí. Después de la sesión de sexo en la playa cuando llegaron a casa hicieron el amor entre las sábanas de las que sería su cama esa última noche.

De repente, Amaia se giró y como si supiese que estaba siendo observada, abrió los ojos y le vio a él. Momento en el que ella esbozó una sonrisa.

- Buenos días, marido ilegal-dijo ella somnolienta acercándose a él y acurrucándose en su pecho.

Alfred sonrió y le dio un tierno beso en la sien.

- Buenos días, esposa ilegal-le respondió el- Venga cuquita, que nuestro avión sale a las 5 de la tarde pero tenemos que hacer las maletas y tengo una sorpresa para ti.

- ¿El qué?-preguntó ella.

- Vístete, desayunamos hacemos las maletas y ya lo ves-dijo él sonriente.

Ambos se organizaron y dejaron todo listo para que a la vuelta de su paseo, pusiesen rumbo al aeropuerto. Cuando acabaron de meter las maletas en el coche fueron a dar un paseo.

- ¿Dónde me llevas cuquito?-preguntó ella impaciente.

- Ya verás-contestó él.

Se pararon delante de un portón grande de color azul y llamó golpeando la campanita que tenía en el lado derecho de la puerta. De ahí salió un hombre sonriente.

- Buenos días, Ricardo. Te presento a Amaia, mi mujer. La susodicha que quiere ayudarte hoy con tu trabajo-dijo Alfred sonriendo y dejando a Amaia con la incógnita.

- Buenos días Alfred. Buenos días Amaia-dijo el señor.

- Buenos días Ricardo, encantada-dijo Amaia dándole dos besos en la cara al señor.

- Su marido me ha dicho que tenía usted muchas ganas de ordeñar una vaca-dijo el hombre inocentemente.

De repente Amaia apartó la vista del hombre y miró a Alfred ojiplática mientras éste reía en silencio al ver la reacción de ella. No podía creerse que Alfred la hubiese llevado a ordeñar una vaca.

- Sí, tenía ganas. Pero si no se puede porque las vacas tienen miedo de los desconocidos no pasa nada-dijo ella miedosa intentando sonar convincente.

- ¿Seguro que no eres tú quien tiene miedo y no las vacas Amaix?-dijo Alfred riendo ante lo que estaba apunto de pasar.

- No, no tengo miedo sabiondo-dijo ella echándole la lengua.

- No hay que tenerlo señorita. Ya verá usted como es sencillo y aprende rápido.

- Gracias Ricardo. ¿Vamos a ello?- dijo Amaia mientras se remangaba las mangas de su jersey intentando hacerse la valiente.

Ricardo le indicó cómo debía sentarse y colocarse para ordeñar a la vaca. Amaia tenía miedo por lo que pudiese pasar y no se sentía muy segura.

- Titi, no pasa nada. ¡Ánimo, tú puedes!-dijo Alfred entre risas.

- Es que me da miedo que se cabree y me aplaste-dijo Amaia intentando ordeñar a la vaca lo más separado posible del animal.

Soñar contigo.Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon