CAPÍTULO XXXIII: EMBARAZADOS.

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En el capítulo anterior...

- Uno, dos y tres-contó Amaia antes de darle la vuelta al test. Sus ojos se agrandaron de la sorpresa al ver el resultado: Embarazada +3.

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Ambos se miraron mutuamente. Sus ojos irradiaban felicidad por los cuatro costados. De repente, los ojos de ambos se tornaron vidriosos y comenzaron a llorar de felicidad. Alfred la abrazó emocionado. Por nada del mundo quería soltarla, quería aferrarse a ese recuerdo de por vida.

-Titi, que vamos a ser padres -dijo Alfred separándose de ella, sorprendido a la par que feliz.

-Sí -contestó ella llorando de felicidad.

-Que vamos a ser padres. ¡No me lo creo! -gritó Alfred emocionado.

Amaia continuaba aferrada a él llorando de felicidad.

-Gracias, Amaia -dijo él mientras la abrazaba y la recostaba en su pecho.

-¿Por qué?

-Por darme el mejor regalo del mundo -contestó mientras se limpiaba los ojos llenos de lágrimas debido a la emoción del momento.

-Pero, titi, no llores -dijo ella acariciando su cara, mientras con dedo pulgar le quitaba el rastro de lágrimas que tenía Alfred en su cara.

-Ya era el hombre más feliz del mundo contigo, Amaia. Pero ahora me has hecho el hombre más feliz de todo el universo.

-Te quiero mucho, Alfred -dijo ella empezando a llorar de nuevo.

-Y yo a ti, mi amor. Más que a nada en este mundo -afirmó él antes de besarla.

Alfred se separó de ella y se puso de rodillas delante de la barriga de Amaia. Iba a tener una conversación con su bebé. Le levantó la camiseta a Amaia y comenzó a hablar.

-Y a ti también te quiero mucho. No sé qué tamaño tendrás en estos momentos, ni si podrás escucharme, pero quiero decirte que ya te has convertido en la persona más importante de mi vida junto con tu mamá. Te protegeré y te cuidaré con mi vida e intentaré ser el mejor papá del mundo. No te mereces menos.

Y acto seguido, le dio un beso a la barriga de Amaia.

Amaia, llorando tras las palabras de Alfred, le acariciaba la cabeza a él, que se quedó de rodillas abrazándole la cintura mientras ponía su oreja en la barriga de ella, intentando escuchar lo que había dentro.

-Alfred, seguramente lo que escuches será mi estómago rugir, tengo mucha hambre -confesó ella.

- Sssssh, titi, por favor, que no escucho. Un momento -le interrumpió él.

Se quedó durante treinta segundos escuchando a ver si oía algo hasta que cortó el silencio.

-Tienes razón, lo que oigo es tu estómago pidiendo que le des alimento -dijo él mientras se levantaba del suelo.

En ese momento, él se dio cuenta y pegó un sorpresivo grito.

-¡Amaia!

-¿Qué? -preguntó sobresaltada.

-Nada, que ahora tienes que comer por dos y alimentarte bien -dijo él sonriendo.

-Jolín, Alfred, no me des esos sustos -contestó ella llevándose una mano al pecho.

-Perdón -dijo él acercándose a ella cariñoso.

Amaia contempló cómo se acercaba a ella.

-¿Me perdonas? -preguntó él con voz de bebé cerca de su oreja.

Soñar contigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora