CAPÍTULO XXXIV: DOBLE SORPRESA.

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Alfred se estiró en la cama, miró hacia el lado izquierdo, y ahí estaba ella, durmiendo profundamente como un bebé. Sonrió al recordar todo lo acontecido la noche anterior y se acercó a ella. Le depositó un dulce beso en el cuello y le susurró al oído, mientras su mano subía desde el muslo hasta su barriga:

-Titi, venga, ¡arriba, dormilona!

Amaia sonrió, levantó la mano y buscó a Alfred con ella. Se encontró con su nuca y tiró de él hacia sí misma.

-Solo si me das un abracito fuerte durante cinco minutos -advirtió ella con voz de bebé.

Alfred sonrió.

-Bueno, vale. Pero solo cinco minutos, que tienes que desayunar antes de ir al médico.

Amaia se dio la vuelta y se recostó sobre el pecho de Alfred. Inclinó la cabeza, le miró y sonrió.

-T'estimo.

-I jo, mi amor. Más que a nadie en este mundo.

-Alfred, hoy vamos a ver a nuestro bebé. No me lo puedo creer -comentó entusiasmada.

-Sí -contestó él emocionado, abrazándola, con una sonrisa que le ocupaba toda la cara.

-Bueno, vamos arriba, cucu. Tengo ganas de ir al médico y saber que está todo bien -dijo ella mientras se incorporaba de la cama.

Alfred tiró suavemente del brazo de ella haciendo que volviese a su lado. La abrazó y le dijo:

-Va a estar todo genial, mi amor, ya lo verás. Un minuto más, por favor, ahora soy yo el que no quiere levantarse. Quiero quedarme aquí para siempre contigo y con pimientito, los tres, dándonos mimitos -contestó él.

-¿No quieres verle y escuchar su corazón? -preguntó ella contenta.

En ese momento, Alfred se dio cuenta de lo que le esperaba esa mañana y, ojiplático y emocionado, dio un brinco de la cama provocando que Amaia sonriese con ternura.

-Vamos, titi, date prisa, que tenemos que llegar al médico -dijo él mientras abría su armario y buscaba algo que ponerse.

-Ya voy, ya voy -contestó ella levantándose de la cama.

Mientras Alfred se estaba vistiendo, se quedó embobado mirando cómo Amaia se desvestía, fijándose en el bulto que asomaba por su vientre, anteriormente plano. Amaia se fijó en el estado en que se había quedado su prometido, mientras se ponía el vestido.

-¿Qué miras? -preguntó ella sonriendo.

Alfred se acercó a ella y la abrazó, dejando a Amaia desconcertada por esa reacción.

-¿Alfred?

En ese momento, Alfred se agachó quedando a la altura de su barriga, rodeó las caderas de ella con sus brazos, apoyó su cabeza en la tripa y dijo:

-Ya se te nota la barriguita de perfil.

-¡Qué mono! -contestó ella mientras le acariciaba la cabeza-. Titi, ahora en serio, vamos a terminar de vestirnos que vamos a llegar tarde.

Alfred se separó de ella, depositó un beso en la barriga y se levantó.

-Venga, vamos.

Ambos se vistieron, desayunaron y partieron rumbo a la clínica. Una vez allí, les recibió cariñosamente el doctor Fernández, ginecólogo de Amaia y, hermano de su cuñada Laura.

-¡Qué alegría veros por aquí! Laura me habló de vuestro compromiso. Mi más sincera enhorabuena.

-Muchas gracias, Fran -agradeció Alfred dándole un abrazo.

Soñar contigo.Where stories live. Discover now