CAPÍTULO XXIII: EL REENCUENTRO.

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Metió la llave en el cerrojo de la puerta temerosa. No sabía qué ocurriría cuando la abriese. Tranquila Amaia-pensó ella mientras inspiraba profundamente y soltaba el aire. Giró nuevamente la llave. Vamos allá-volvió a decir para sí misma abriendo la puerta.

- ¿Hola?-preguntó Amaia dudosa.

Cerró la puerta y avanzó hasta el centro del salón.

- ¿Alfred?-volvió a preguntar ella justo cuando unas manos la rodeaban por detrás y la abrazaban. Podía sentir la sonrisa de él mientras le estrechaba entre sus brazos, gesto que ella imitó mientras llevaba su brazo hacia la nuca de él acariciándola.

- Te he echado de menos-le susurró él en su oído con voz ronca.

Amaia sonrió cogiéndole los brazos y apretándolos contra su cuerpo reposando su cabeza sobre el hombro de él.

- Y yo a ti cucu-dijo ella mientras se daba la vuelta y se encontraba con él cara a cara.

Amaia se acercó y le abrazó fuertemente haciendo que él le agarrase por la cintura y la levantase del suelo.

Alfred la bajó del suelo y la besó efusivamente.

- Alfred-dijo Amaia sonriendo prolongando la "e".

- Ssssh, calla. Luego me cuentas lo que quieras pero ahora que por fin estás aquí, quiero que seas mía. Te he echado de menos-dijo él volviendo a besarla desesperadamente y cogiéndola en brazos.

- Y yo quiero que seas mío-dijo ella sonriendo y devolviéndole el beso.

Se fueron tropezando con el mobiliario del salón hasta que llegaron a la mesa y la sentó sobre ella.

Amaia rodeó su nuca con los brazos mientras se miraban a los ojos sintiendo cómo la ardiente mirada de su prometido la traspasaba. Sabía que lo que venía a continuación no iba a ser romántico, ni suave, ni lento. Iba a ser brusco, rápido, ardiente y necesario. Justo lo que ella quería en ese momento. Se mordió el labio a propósito, gesto que para Alfred no pasó desapercibido quien volvió a atacar efusivamente su boca, donde se produjo un baile de lenguas rápido y errático.

Amaia separó sus labios de los de Alfred y se quedó mirándole, sin pestañear, tensa y preparada para atacar.

- ¿Qué? – preguntó él falto de aliento.

- Que no has sido el único que ha sufrido estos días – susurró en tono sugerente – Estoy tan cachonda que no tengo claro por donde quiero empezar.

Con un bufido exasperado y sin poder esperar un minuto más por tener a Amaia desnuda entre sus brazos tiró de los botones de la camisa blanca que llevaba puesta y se maravilló al ver que no llevaba sujetador.

- ¿Tampoco llevas nada abajo? – acusó indignado por no haberse dado cuenta antes.

- ¿Por qué no lo descubres tú mismo? – respondió impaciente.

Sin miramientos, Alfred levantó la falda de Amaia hasta su cintura y la dejó allí enrollada, no iba a perder el tiempo desvistiéndola del todo, tal vez después.

Pasó su mano por el sexo de su prometida y pudo comprobar que estaba realmente mojada. Amaia arqueó su espalda mientras él repetía la misma acción y gemía ante la cara de placer de su prometida. La volvió a mirar antes de bajar al sexo de ella a comprobar visualmente lo excitada que estaba.

Gimió ante la imagen que tenía delante, Amaia estaba preparada para recibirle en su interior y él no se iba a hacer de rogar ya que su miembro ansiaba entrar en contacto con ella. Sin más dilación la penetró con una embestida profunda que les arrancó un gemido desgarrador a los dos. Amaia se aferró a los hombros de Alfred para poder darse impulso y él bajó su cabeza hasta los pechos de la chica, los cuales mordisqueó y lamió hasta dejarlos duros como diamantes.

Soñar contigo.Where stories live. Discover now