Epílogo

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Trainee Days

Jungwoo estaba en una rincón del pasillo, acurrucado y abrazándose las piernas, se volvía tan pequeño que podía pasar desapercibido por el resto del mundo. Estaba aterrorizado por la audición.

Los pasos y golpes de los audicionados colisionaban contra el suelo creando un efecto en el que, en cualquier momento, parecían poder romper la pared y alcanzarlo para pisotearlo. El ruido de la música hacia eco en el pasillo, lleno de personas con números en sus camisetas, esperando a ser llamadas. El miedo de Jungwoo se veía reflejado a través de sus enormes ojos, tan expresivos.

Intentó alcanzar el teléfono con una mano, sacándoselo del bolsillo de los vaqueros. Sus manos temblaban y no podía controlarlas, su corazón latía muy deprisa y no podía frenarlo. Miró la lista de contactos, la cual no era demasiado larga. ¿A quién iba a llamar para que le ayudase? Estaba solo.

Por un momento le tentó la idea de llamar a sus padres, pero no quería preocuparles más de lo que seguramente ya estaban, además tampoco era que pudieran coger un tren hasta el pueblo donde vivían, muy lejos de la capital.

Se miró en el reflejo de su pantalla, por primera vez desde que había salido de casa. Aunque había procurado arreglarse un poco y su pelo estaba tan liso como siempre, las mangas de su camiseta estaban arrugadas por la mochila que cargaba. Se las intentó alisar con las manos y se peinó con los dedos, sin éxito.

Bloqueó la pantalla y se balanceó hacia adelante y atrás, tratando de calmarse con su propia voz. Se daba ánimos viendo a los demás ir de un lado para otro, afinando su voz o practicando pasos de baile. La verdad es que él era el único chico que había, todo lo demás eran chicas más mayores o pequeñas que él, lo cual le pareció un poco extraño. Estaba tan nervioso que se moría de vergüenza por preguntar si se había equivocado de sala para audicionar por el nuevo grupo de chicos que la compañía iba a formar. Al tener que dar tantas explicaciones, prefirió guardar el silencio. Además, si se hubiera equivocado, la mujer que coordinaba las audiciones y que le había dado el papel con su número correspondiente, se lo hubiese dicho.

Ellas también parecían nerviosas por la competencia. En realidad Jungwoo no se sentía intimidado por los otros, no porque se sintiera superior, sino porque nunca se comparaba con los demás. Si estaba nervioso, era por su propia actuación. De hecho, mientras ellas le miraban por encima del hombro o criticaban su aspecto lugareño entre susurros, él se concentraba en tratar de relajarse.

Encima su estómago empezó a rugir, llamando su atención, como si no tuviera suficientes problemas.

Soltó un largo suspiro haciendo volar por su frente los largos mechones de flequillo rubio.

Al menos el sonido de la música le podía relajar un poco, dejándose llevar por sus pensamientos, y así se tranquilizó un poco.

De pronto, la puerta se abrió y salió una niña con cara triste, lo cual significaba que seguramente no habría pasado. A Jungwoo le dio tanta pena su expresión que le dedicó una sonrisa antes de que se fuera y ella le saludó con la cabeza, contagiándose.

— ¡Número 450, que pase ya!— Anunció la mujer que coordinaba las audiciones a todos los que permanecían en el pasillo.

Jungwoo permaneció callado y se pegó a la pared. Ya no podía huir, era demasiado tarde para eso. Pero estaba terriblemente asustado y comenzó a tener dudas.

— ¡Número 450, por favor!

Con algo de esfuerzo pudo ponerse de pie y caminar hasta dentro de la sala de baile de donde había salido la música.

Entró a la sala e hizo una reverencia hacia el jurado, que se encontraba sentado en medio de la habitación. Entre ellos reconoció a la mano derecha del director de la compañía, el mismo hombre que le había ofrecido presentarse al casting cuando le vio bailar en un pequeño festival del pueblo dónde vivía.

Se aclaró la garganta antes de empezar a hablar y se presentó formalmente ante ellos. El hombre también pareció reconocerle por la expresión amable en su rostro.

Lo que decidió que le ponía más nervioso no era la presencia de su jurado sino las ocho o nueve cámaras que habían colocadas en la habitación, grabando todo lo que hacía, apuntándole a él, ya que no estaba acostumbrado.

Entonces, cuando centró su vista en la mesa donde estaban los cuatro jurados, que le pidieron que cantase la canción que había escogido para la audición mientras ya empezaban a tomar notas en un fajo de papeles. 

Sabía que un movimiento en falso o un simple fallo en su voz podría arruinar la oportunidad por la que había estado luchando. Se quedó pensando en todas las cosas que podían ocurrir cuando la música de su canción empezó a sonar.

Entonces cogió el micrófono a toda prisa y se preparó para cantar. Cerró los ojos y su voz salió sola en perfecta armonía con las notas, como en los ensayos previos.

Se encontraba en medio de la balada cuando notó que la música se había parado y dejó de cantar. Abrió los ojos y, por un segundo, frente a él solo vio a su familia, viéndole cantar en el salón de su casa con grandes sonrisas en sus rostros, orgullosos.

Todos los jurados parecían estar sorprendidos cuando comenzó a bailar, al cambiar la canción por completo.

La gracilidad con la que se movía, mezclando movimientos energéticos con baile tradicional, les impresionó. Al acabar, le sudaban la frente y las manos, tanto, que solo recordaba que le felicitaron y llamaron al siguiente candidato. Toda la estancia le daba vueltas, como en un barco con marea, los pasillos parecía inclinarse de lado a lado. Salió del edificio, se sentó en el suelo de la acera y cerró los ojos con fuerza.

Cuando se encontró mejor, se levantó, llamó a sus padres y rogó para que le llamasen de la agencia de camino de vuelta a casa en tren.

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