Capítulo 18

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Mariana

Me encuentro con Elena en su cuarto, me está informando de todo aquello que debo saber, lo que debo tocar y lo que no. La escucho atenta puesto que no quiero causar molestia, ya bastante es con que esté aquí.

—Preciosa, dormiras en mi cama, no es muy grande pero te...

—¿Tu dónde dormiras?— la interrumpo

—No lo se, quizás en el sofá o colocaré una manta en el suelo.

No puedo permitir eso, no quiero invadir su espacio y mucho menos disponer de aquello que le pertenece.

—Cariño no, dormiras aquí — digo refiriéndome a su cama, donde me encuentro sentada de piernas cruzadas. Puedo ver en su rostros que no cederá tan fácil, pero debo convencerla.

—Preciosa, en serio no es problema, tu duerme allí, acomodate.

—Elena, ya por Dios, aquí es donde dormiras y punto. Y un no, no es aceptable como respuesta.

—Bien preciosa, lleguemos a un acuerdo ¿sí?

—Te escucho.

—Dormiremos en la misma cama, pero, el día que yo desee no hacerlo ahí pues no lo haré ¿de acuerdo?

—Pero, cariño, yo...

—Pero nada.— Sentencia ésta autoritaria

—Está bien.— digo ya resignada ante sus palabras. —Pero ésta noche dormiras conmigo ¿sí?

—Es un trato preciosa.

Elena se acerca a mi para envolverme en sus brazos a modo de protección. —Aquí vas a estar bien, te prometo que nada te faltará.— escucho su voz quebrarse y siento sus brazos apretar con más fuerza pero sin lastimar.

—Cariño yo...— ahora es mi voz la quebrantada, quiero decirle tantas cosas. Decirle que extrañé cada particula de su ser, cada palabra de aliento. Cada día juntas; decirle que fui una estúpida enamorada cegada por la rabia e impotencia del momento, que no merecía su perdón. Decirle que tengo la mejor de las suertes al tenerla aquí conmigo. Pero no logro hablar, el llanto me supera, los pensamientos me acorralan y el miedo a que éste momento terminé se vuelve mi peor pensar. No se que hubiese sido de mí en éste día sin ella. No tenía a donde ir.

Busque un lugar donde poder llorar, sacar todo ese dolor que llevaba dentro, pero allí apareció ella, sin importarle el estado en que me encontraba o sin importarle si quería verla, pero allí estuvo hasta que me sintiera segura de hablar con ella. Sin duda alguna es la mejor chica que he conocido en toda mi vida. —Gracias por todo— digo como puedo, aún entre llantos.

—No es nada, para eso están las amigas, para estar en malas y peores.— finaliza depositando un suave beso en mi frente, aquel símbolo de protección y amor hacia una persona.

La tarde y parte de la noche se nos fue en un abrir y cerrar de ojos entre charlas y un mar de emociones.

Salimos del cuarto rumbo al comedor para la cena. Elena me habia dicho que día tras día comían juntos, que éste era un momento sagrado para ellos y los hacía ser más unidos como familia. Siempre envidie su familia, y ahora me encuentro aquí, tan cerca pero a la vez tan lejos de ser parte de ellos.

La madre de Elena ha cocinado pasta para la cena, acompañada de pan francés, unas cuantas verduras y otros acompañamientos más.

Ellos hablan de no se qué, mientras yo solo asiento y sonrío de vez en cuando para que no piense que soy la chica amargada que se quedo sin hogar, y en su lugar piensen que es sólo la tímidez.

Es muy pronto para pensar ésto, ya que a penas llevo unas cuantas horas aquí, pero siento que estoy siendo forzada a encajar en un lugar al que no pertenezco, un lugar llamado hogar, que ya tiene toda una trayectoria y que, tratar de encajar sería como intentar que con mis padres todo marche bien.

Siento una lágrima rodar por mi mejilla, me disculpo y me levanto de la mesa sin dirigir mi vista a alguna de las personas alrededor de la mesa, no quiero presenciar sus miradas de lástima hacia mi persona.

Corro rumbo al cuarto de Elena cerrando la puerta detrás de mi al llegar a ésta. No quiero estar aquí, tampoco quiero defraudar a mi amiga. Miro la ventana y es la opción más factible que en éstos momentos ronda en mi cabeza. Lo pienso unos minutos. Me miro y me percato de que tengo puesta una pijama de Elena, pero no me importa, me dirijo a la ventana y coloco ambas manos para poder abrir la cristalería enmarcada.

Lo medito unos segundos, dirijo mi mirada al interior del cuarto, está como debe de estar, disponible solo para Elena.

Levanto la pierna derecha para traspasar hacia las afueras de aquel hogar que me ha brindado mi mejor amiga, gesto del cual estaré eternamente agradecida, pero no soy parte de ésto y mi conciencia no me permite ser una carga para alguien más.

Adelantada al tiempo Where stories live. Discover now