Capítulo 24

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Bueno, santa 🎅 llegó un día tarde, pero llegó. Es mejor tarde que nunca así que... Feliz navidad, espero les hayan dado muchos regalos. Disfruten.

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Elena

Escucho unos golpes desesperados en la puerta de mi cuarto, los que provocan que me espante y toda mi anatomía se encuentre en éste momento en el suelo del mismo. A regaña dientes y acariciándo mis gluteos me levanto y me dirijo hacia donde proviene aquel ruido incesante y molesto. Abro la puerta y allí de encuentra Karla, mi insoportable hermana. —¿Qué quieres? — espeto con furia. — Ui ¿dónde dejaste el amor por tu hermana? Con ese carácter te quedarás sola de por vida criando veinte gatos.— Ésta niña sí que es insoportable, una persona más que alega que por mi carácter de mierda no encontraré un hombre que e aguante. — ¿Puedes decirme de una vez por todas qué se te ofrece mocosa?— digo lo más calmada que puedo. —A sí, cierto, ya se me olvidaba, mamá quiere hablar contigo. Dice que te espera en el lugar de siempre.— Dicho ésto salgo del cuarto y me dirijo al de mamá. Allí es donde se hablan las cosas importantes.

Toco la puerta y escucho a mamá pedirme que pase y coloque el seguro. Lo hago. Doy media vuelta y en el sofá del cuarto se encuentran mamá y papá. Los nervios invaden mi cuerpo y doy pasos lentos hasta llegar hasta donde ellos se encuentran.

—¿Qué, qué, qué pasa?— pregunto en un sonido apenas audible.

—Mira mi amor— mamá es quien decide romper el hielo e informarme el por qué nos encontramos aquí. —Nosotros, bueno. No sé como decirtelo pequeña— se levanta para abrazarme pero por autoreflejo me alejo. Sí, tengo miedo, temo por lo que sea que ellos quieran hablar conmigo. —Sólo dilo mamá— Éste preciso momento soy un mar de dudas, no se que esperar, no se que tan malo pueda ser aquello que me quieren decir.

Mi padre se levanta colocando sus manos sobre mis hombros y mirándome directo a los ojos.—Pequeña...— da un suspiro largo, baja la cabeza unos segundos y al levantarla vuelve su mirada hacia donde ya estaba. Su mirada ahora es profunda, fría y calculadora.

—Iré al punto de una vez por todas.

—Por favor.

—Tu amiga debe irse de nuestra casa.

Mi mirada es de total asombro, la ira se apodera de todo mi ser con una mezcla de dolor y melancolía. No puedo creer que mis padres me estén dicendo semejante atrocidad. Yo si creí que ellos estarían, que estabamos juntos en ésto. Pero al parecer esa chica en mi cuarto sólo cuenta conmigo, no la defraudaré, no me iré de su lado.

—Espera papá, ¿qué? ¿Estás bromeando conmigo?

—Lamentablemente no hija, pero...

—Pero nada papá, ¿cómo crees que voy a dejar a mi amiga en la calle después de lo que pasó? — digo, lo más calmada que puedo, pues el respeto a mis padres es algo que me gusta mantener.

—Hija, ella tiene sus padres y un hogar. Ven aquí pequeña

—No me toques por favor. Con su permiso, me voy a mi cuarto.— digo mirando aquellas personas junto a mi. La decepción cala hondo, la preocupación se hace presente y la desesperación por no saber que hacer en éste preciso momento me llena de temor.

—Espera Elena.— Ahora es mamá quien toma la palabra. Reuno todas mis fuerzas y tomando un gran bocado de aire volteo hacia ella tratando de estar lo más calmada posible.

—Le escucho señora de Hernandez.

—Relajate un poco Elena

—¿Ya puedo retirarme? Tengo que empacar

—Tu no Elena— dice mi padre. —Tu amiga debe hacerlo.

—Mire Señor Hernandez, con todo el respeto que ustedes merece por haberme engendrado y criado, debo decirle que no dejaré sola a mi amiga cuando más necesita de mi, no la voy a correr solo porque a usted y a su señora no les da la gana de que ella esté aquí. Así que le informo que sí ella se va, pues yo también. Ahora, con su permiso, debo irme.

—Tu no vas a ninguna parte y no se diga más.

—¿Entonces dice que debo quedarme aquí y hechar a mi amiga de casa, sin saber su paradero, sin saber si ha comido, si saber si se encuentra bien y sin siquiera saber sí aún sigue con vida? Pues lo siento, eso no pasará, me iré le guste o no.

No sé en que momento pero, siento una fuerte cachetada, mi mejilla izquierda arde, y mucho. Sólo escucho a mi madre gritarle a mi padre por la acción realizada. Me atrevo a mirarle a los ojos al hombre frente a mi. La sorpresa en su mirar es notable, el arrepentimiento pero ya lo hecho, hecho está.

—No puedes elegir a una persona por encima de tu familia, tu familia es lo único que importa señorita y de aquí no te mueves.

—Lo lamento mucho papá, pero no la dejaré sola. Vuelvo y repito, ella me necesita y no la dejaré sola. ¿Es una amistad para siempre?, pues no lo sé. Lo que sí sé es que si me quedo aquí a cumplir estúpidos estereotipos jamás lo sabré. Se supone que las amistades se cuidan y apoyan caundo ya no pueden, se ayudan en la adversidad y se aman ante cualquier situación y yo no seré la excepción. Ya verá como saldré de ésta y allí donde usted se dará cuenta de lo errado que estaba y que con un poco de amor y apoyo todo es posible.

—Si te vas en ésta casa no vuelves a pisar.

—Cuidese mucho señor Hernandez, fue todo un gusto residir bajo su techo.— le sostengo la mirada unos segudos y luego la dirijo a la mirada llorosa de mi madre. Me acerco a ella y susurro en su oído que se que ella no tuvo nada que ver en ésto y que la amo. Beso su frente y decidida a pasos firmes salgo del cuarto de mis padres.

Al pasar el umbral me encuentro a Marina con ojos llorosos por haber escuchado todo lo que pasó allí dentro. Está vez soy yo quien se quiebra, la amiga fuerte se desvaneció. La abrazo, tan fuerte, tan lastimada, tan rota prometiéndole que saldremos de ésta, que encontraremos un luga y saldremos adelante. Luego de calmarnos nos dirigimos al cuarto a empacar nuestras cosas y partir de aquel lugar que alguna vez llamé hogar.

Adelantada al tiempo Where stories live. Discover now