Capítulo 19

28 7 2
                                    

Mariana

Tras partir de casa de Elena, doy media vuelta, caminando de espaldas por el patio de ésta, dirigiendo mi mirar a aquel lugar donde me refugié por unas cuantas horas, con mis lagrimales activo recito mis últimas palabras antes de partir definitivamente.

—Lo lamento tanto preciosa, prometo algún día devolver el gesto. Mi gratitud por ti será eterna. Te adoro.

Esas palabras brotaron de mis labios como un susurro a penas audible que retumban fuertes en cada partícula de mi corazón, en lo más profundo de mis entrañas.

Giro lentamente sobre mis talones para de una vez por todas salir de allí antes de alguien pueda detenerme, y con ese alguien me refiero a mi mejor amiga.

Mi sorpresa es mayor al darme cuenta que quien me detiene es ese chico que significó y significa tanto para mi. Quien con una simple palabra puede alegrar mi día más amargo y con una caricia puede hacer que todo mi mundo mejore.

—¿Por qué si estás tan agradecida te vas?— es obvio que ha estado allí por bastante tiempo.

Un mar de emociones recorre todo mi ser al caer en cuenta que ese chico frente a mi, en uno de los días que más lo necesité no estuvo allí, no me defendió, nisiquiera se acercó a ver como me encontraba.

Siento desde rabia, desilusión hasta impotencia y temor a algún a continuar tan desprotegida como me encuentro.

—¿Ahora te importa lo que yo haga?— suelto una risa sin humor, volteando mi rostro a un lado con total indignación.

—Mi amor siempre me ha importado y me has importado tú.

—Eres un estúpido mentiroso, y si me disculpas tengo cosas que hacer— rodeo su cuerpo para salir de su campo de visión y alejarme lo más que pueda de él, de todo, de ésta cruel realidad que me ha tocado vivir.

—Oye Mariana, sabes bien que he estado para ti desde aquel día que nos conocimos en Montenuevo y al encontrarnos nuevas vez aquí en pantaneón las cosas no han cambiado y bien lo sabes.

—¿Y dónde estabas ayer por la noche? ¿Dónde diablos te metiste después de que nos separamos?— mis ojos se llenan de lágrimas, pero las contengo. Me he vuelto toda sentimental, lo sé.— Diego yo...

—Princesa yo...

—¡Callate maldición! ¡No digas una sola puta palabra!— le corto ésta dejandome dominar por el enojo y desencanto de saberme sin mi héroe, sin mi gran amor esa noche que tanto lo necesité. —Diego, yo no... Yo no sé que diablos pensé al creer que me ayudarías y protegerías en mis momentos más duros, fui una completa idiota.

—Dejame hablar contigo, por favor.

—Si supieras que— lo miro directo a los ojos y puedo ver el arrepentimiento en sus ojos, el deseo de querer remediar su error.— Me sentí como jamás me había sentido en mi desgraciada vida, me sentí menos querida que los días anteriores, ayer por la noche entendí que estoy en ésta vida de más, que soy el más grande error que pudo poner pie sobre ésta tierra y sobre todo entendí que estoy sola, que nadie puede entenderme y mucho menos ayudarme.

—¡Por Dios santo! ¡Ya haz silencio! ¡Dejame hablar!— exclama con firmeza tomandome por ambos brazos e inyectando desesperación con sus ojos rojos por las lágrimas que ha derramado mostrando su sensibilidad.

Obedezco su petición y guardo silencio, pero mis ojos son los que no guardan silencio, los que gritan tantas cosas, todas esas que con palabras no pude expresar.

—Estuve allí, vi todo lo que pasó. Admito que fue mi error al no interferir. Mi rabia aumentó cuando presencie aquel golpe que recibiste y más aún cuando cerraron las puertas mientras tu permanecías aún el suelo sin importarle a esos malditos ni como pasarías la noche. Cuando quise reaccionar un chico se acercó a ti y te llevó con él, no sabía que diablos hacer. Quería moler a golpes a tus padres, pero me importaba más tu seguridad, así que los seguí, sí, puede sonar algo pertubador e incluso se puede considerar acoso. Pero MI chica estaba en brazos de otro chico. Vi como subieron a un auto, para mi buena suerte un taxi iba venía en la misma dirección. Los seguimos a las afueras de la ciudad. ¡No sabes la impotencia que sentí al ver como entraban a un bar! Pensé que te perdía. Estuve toda la maldita noche fuera de ese asqueroso lugar, esperando a que salieras, pero no lo hiciste hasta la mañana siguiente. Te he seguido desde entonces, y tu ni me notabas. Estuve todo el maldito día cuidado de ti, he estado aquí afuera desde después de la escuela que entraste allí junto a Elena. Aquí te he esperado para escuchar como me acusas de no estar para ti, de no cuidarte cuando no te he dejado sola ni un maldito segundo.

Cada palabra que dice se adentra en lo más profundo mi mente y corazón. Cada palabra taladra mi corazón de culpa, de saber que lo he juzgado, lo he juzgado injustamente, que solo he pensado en mí. Pero aún así, al ver su mar de lágrimas, no me sensibilizo. Mi dolor es aún mayor que todo esto. El dolor de saber que mis progenitores me odian y hasta me digo que si ellos no me aman, entonces nadie más lo hará, que sí aquellos que me han dado la vida no darían todo por mí, entonces nadie lo hará.

—Diego, agradezco mucho, muc...— mi voz se quiebra una vez más. Respiro hondo para poder continuar. —no sabes lo agradecida que estoy de que hayas hecho todo eso, pero yo no pertenezco a esta tierra, mi vida es una basura y, aunque te amo, lo mejor es que ya no estemos juntos. No quiero que sufras por mi culpa.— Le he dicho por primera y última vez a Diego que lo amo, y en verdad lo amo. Pero nadie merece estar con alguien tan jodida como yo, tan rota. Yo solo lo lastimaré. Pero ya todo el sufrimiento acabará, ya las preocupaciones se dispersaran y los miedos se alejarán. Ya no causaré más problemas a aquellas personas que amo.

—Mariana, no quiero alejarme de ti, yo también te amo. Estoy dispuesto a padecer cualquier dolor si tu estarás allí para ayudarme a superarlo y sosterme.

Mi ojos se nublan, el no ha entendido que ésta es una despedida, una despedida para siempre. No quiero ser muy directa con él.

Las lágrimas caen como cascadas por mis mejillas. Lo abrazo, lo abrazo tan fuerte que podría jurar que lo he lastimado un poco, éste será el último abrazo que recibirá. No quiero soltarlo, me duele hacerlo. —Si ves a Elena dile que la amo y que agardezco mucho lo que ha hecho por mi. Ya tengo que irme— dicho ésto beso sus labios, tan suave, tan delicado; para que recuerde todo el amor que le tengo y jamás se olvidé de mi.

Adelantada al tiempo Where stories live. Discover now