Dos personas.
Dos mundos opuestos.
Una relación falsa.
Una noche de fiesta ha bastado para dar un giro impredecible en la vida de Nicole Carson y Maximiliano Dimitriou, una estudiante universitaria y un magnate hotelero.
Uno nunca se ha enamorado y...
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Vuelvo a retomar el camino por lo que Maximiliano también lo hace.
—No sé si debería tomarlo como una ofensa —digo.
—Por favor no lo hagas. Ofenderte es lo menos que quiero hacerte sentir.
Mis mejillas se encienden sin sentido.
—Hmm —me relamo los labios, echándole una miradita como de "finjo que estoy viendo todo menos a ti".
—¿Qué? —frunce las cejas.
Bueno, no soy tan buena para fingir que no lo estoy mirando cuando sí lo estoy haciendo. Joder, no lo vuelvo a hacer para no quedar en ridículo frente a nadie.
—Nada —escondo la cabeza hacia el suelo.
Los pies ya me comienzan a dolor así como si me estuvieran pinchando con agujas las plantillas. No importa, voy a pretender que no siento nada porque este paseo está resultando mejor de lo que esperaba. Si me doy por vencida ahora, voy a perder la oportunidad de conocer aún más a profundidad a Maximiliano. Digo, tampoco creo que pueda conocer todo de él en una sola noche. Voy a necesitar mucho más tiempo. Tiempo que seguramente no se me va a conceder.
A pesar de que tengo los ojos fijos en el suelo, puedo ver de reojo cómo es que Maximiliano coloca sus manos detrás de su espalda, en el proceso avanzando y lanzándome miradas de intriga.
Cómo no puedo —o más bien si puedo, pero voy a verme grosera frente a Maximiliano— levanto la cabeza hacia su detallado semblante. Su altura me recuerda a un poste de luz, aunque evidentemente es de carne y hueso.
¿Cuánto medirá? ¿Un metro noventa? Puede que sí porque yo mido un metro sesenta y ni con los tacones que traigo puestos lo alcanzo.
Si mi cabeza llega por el nivel de su nariz, no quiero imaginar a qué nivel le voy a llegar sin plataformas que me suman cinco centímetros de altura.
—¿Me vas a seguir mirando así o me vas a contar de dónde ha salido ese "hmm"?
Oh cierto, no quiero verme como loca por solo mirarlo y no pronunciar una respuesta más allá de "hmm" "ajá" "ah" "oh" o mi nombre, así como WALL-E.
—He dicho ese "hmm" por tu respuesta de "ofenderte es lo menos que quiero hacerte sentir''.
—¿Qué hay con ello?
—Es un buen piropo.
—De hecho no lo es. Este si lo es: Perdí mi número de teléfono, ¿me das el tuyo?
Por más que trato de no reír, fallo en el intento. Son tantas las risas que me termino agarrando el estómago de lo mucho que me duele. Es la misma situación cuando alguien me saca buenas risas, incluso a veces hasta llego a llorar. Todo un caos.
