Capítulo 6

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Run - Taylor Swift, Ed Sheeran

Desde que Maximiliano mandó a sus guaruras a descansar al hotel y él y yo nos subimos al carro para dirigirnos al restaurante —cuyo restaurante no sé cuál va a resultar ser—, no me he atrevido a decir una sola palabra, ni siquiera soltar un bostez...

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Desde que Maximiliano mandó a sus guaruras a descansar al hotel y él y yo nos subimos al carro para dirigirnos al restaurante —cuyo restaurante no sé cuál va a resultar ser—, no me he atrevido a decir una sola palabra, ni siquiera soltar un bostezo o un suspiro. Me veo como una escultura: rígida y sin vida.

Maximiliano tampoco hace el esfuerzo por decir algo, lo cual agradezco porque no quiero darle una respuesta a su pregunta que ha hecho en el café de la universidad.

Uy, al parecer he hablado muy pronto porque me da una mirada y separa los labios, señal de que el silencio hasta aquí ha llegado.

<<No. Hables. Por. Favor>>.

Bueno, tampoco creo que sea buena idea quedarnos callados todo el rato, luego va a ser incómodo. Es decir, más incómodo de lo que ya es.

—Entonces... —alarga la "s", lo que logra que mis vellos de ericen y mi cara se empiece a llenar de rojo. Menos mal no puede ver directamente, con ese de que tiene los ojos fijos en el volante—. ¿No me vas a platicar por qué no quieres que te mire como hace media hora atrás?

Me aclaro la garganta, pensando qué le voy a inventar.

—Porque parece que estabas viendo un payaso mal maquillado.

Él suelta una risa.

—Te puedo decir que no te estaba viendo como un payaso mal maquillado.

Por supuesto que no me miraba así, lo hacía más como si estuviera atraído a mí. Una parte se emociona y quiere tirar una fiesta con confeti. Mucho confeti. Otra parte se asusta porque quizás solo soy yo quien se está creando estas ideas erróneas en la cabeza. Lo he hecho muchas veces a lo largo de mi vida. Como cuando un chico de mi preparatoria me dio un beso y creí que estaba perdidamente enamorado de mí; resulta que lo hizo porque lo retaron a besar a la chica más rara de nuestra generación.

No era rara, solo reservada con mis amistades porque la mayoría eran unos fastidiosos que se reían de mí incluso por si respiraba.

—¿Por qué eres tan famoso?

Sé la respuesta, pero esto es lo único que se me ocurre para evadir el tema y continuar con uno nuevo.

—Estoy seguro que a este punto ya me buscaste en Google y sabes hasta el nombre de mi perro.

¿Qué? ¡¿Cómo puede creer que soy esa típica persona que se convierte en FBI solo para conocer toda la vida de la persona que le... mueve el tapete?!

Mentira, esa sí soy yo. Y no me da vergüenza admitirlo.

—¿Tienes un perro?

—¿Me vas a dejar con la duda, verdad?

Mientras Me Busques (1º) ©Where stories live. Discover now