Dos personas.
Dos mundos opuestos.
Una relación falsa.
Una noche de fiesta ha bastado para dar un giro impredecible en la vida de Nicole Carson y Maximiliano Dimitriou, una estudiante universitaria y un magnate hotelero.
Uno nunca se ha enamorado y...
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Estiro mi cuerpo formando un triángulo con mis manos y pies apoyados en el suelo. Ya que no tengo conmigo mi tapete de yoga, me he acomodado en un espacio con piso sólido.
Estoy tratando de asimilar lo que ha pasado entre nosotros. Bueno, lo he hecho por las pasadas seis horas. Tres horas viendo el techo de la habitación. Tres horas entre dormida y despierta porque el recuerdo no podía salir siquiera de mi subconsciente.
Por unos segundos me he puesto a pensar si sería buena idea quedarme encerrada en la habitación para no tener que verle la cara a Maximiliano, pero eso sería un acto de inmadurez mía, así que aquí estoy en la terraza del yate esperando a que aparezca.
No sé qué voy a decir, ni cómo voy a actuar alrededor de él, lo único que sé es que no puedo comportarme con indiferencia. No fue cosa de uno, sino de dos, porque ambos nos dejamos llevar por lo que nuestros cuerpos desearon en el instante.
—Buenos días —y ahí está esa voz gruesa que tanto me hace temblar de sensaciones extrañas cada vez que la escucho.
—Buenos días —respondo, sin dejar de estirar. De alguna forma, me está ayudando a no actuar raro al tener la mente un poco más despejada de lo que la tenía.
—¿Dormiste bien?
Me siento en forma de mariposa sin abrir los ojos. ¿La principal razón? Porque no quiero estropear mi momento de relajación al ver la cara del hombre hice más que besar.
—Uh-huh.
Percibo como es que Maximiliano pasa por un lado mío y jala una de las cuatro sillas de la mesa que tengo justo a mis espaldas.
Por más que trato de no distraerme con lo que pasa a mi alrededor, me es inevitable, por lo que me doy por vencida cuando Maximiliano le pide a alguno de los meseros dos tazas de café y el desayuno.
Respiro profundo antes de levantarme y sentarme en la mesa.
Maximiliano no despega sus ojos del libro que está leyendo. Me recuerda a esas fotografías de Pinterest donde un hombre guapísimo se ve misterioso leyendo un libro. No me sorprendería si encuentro una foto suya por ahí, la verdad. De hecho, hasta soy capaz de guardarla en el tablero de hombres que me parecen atractivos. Y no, no hay nada de qué alarmarse porque ese tablero es privado.
—¿De qué trata tu libro?
Él despega los ojos del libro. Casi me desmayo al ver lo bien que luce usando lentes. Se ve como si fuera un hombre extremadamente intelectual y sabio.
