-He can't hurt you-

965 128 20
                                    

🍂🐈

Al fin todo volvió a la calma. O eso parece.

Yong fue suspendido por lo menos como por dos semanas. Casi mata a alguien a golpes, no era yo. Pero de verdad, nunca había visto tan mal a una persona. Lo peor de todo es que yo con Mingyu lo encontramos, casi medio muerto en el suelo, en un rincón de el patio. 

Cada vez que lo recuerdo, me dan ganas de vomitar. 

Esta semana, es un poco ajetreada. Hay una feria, que la verdad no me entusiasma pues es para el aniversario de la escuela. Siempre preparan cosas, en las cuales no me gusta participar. 

Así que generalmente falto a clases, no hago nada o me paso las horas leyendo. Para todos es una celebración que todos esperan. Pero para mi es casi como una forma de distraerte un rato y ya, no me gustan. 

Hoy se empieza con todas las decoraciones, todos se mueven. Menos yo. 

Sentado en mi pupitre, dibujando a la vez que escuchaba música. Mingyu se acercó a mi, mientras que yo lo miraba de reojo. Sabía que vendría hacia mi.

—Hola.—Saludó, haciendo que yo quitara mis audífonos para poder escucharlo.—¿Quieres caminar? No tenemos nada que hacer.—Asentí, cerrando mi cuaderno de dibujo, y llevando un libro. Sabía a donde íbamos. 

Todos corriendo de un lado a otro, sin parar en ningún segundo. Pasando de un lado con papales que tenían dibujos, letras grandes de colores y mucho material de trabajo. Mientras que nosotros caminábamos de lo más normal con sonrisas en los rostros. 

Su mano me guiaba en dirección a una parte de la escuela que nunca me atreví a visitar. Me daba un poco de miedo. Pero sabía que había algo lindo ahí, nunca me atreví, ya que antes, Yong se quedaba ahí con sus amiguitos. 

Hace tiempo que ya no lo hace, pero desde esos momentos le tengo miedo a este lugar. 

Era una especie de parque escondido, que casi nunca se ocupa. Con incluso flores, pasto bastante lindo, árboles y demás. 

Nos sentamos en el pasto, bajo un árbol que filtraba parte de la luz fuerte del sol. Estábamos cómodos. Reposé mi espalda en el tronco fuerte del árbol, mientras que él se acostaba en el suelo, en el pasto un poco sucio. No quería eso, así que estiré mis piernas, palpándolas un poco para que reposara su cabeza en mi piernas en vez de el suelo.

—Ponla ahí, y no me mires.—Dije con el libro frente a mi rostro. Ese ángulo le permitía ver mi rostro, y no me gusta nada, estaba peligrando, pero era mejor a que pusiera su cabeza en el pasto. 

—No te miraré. Algún día lo miraré, porque sé que es precioso.—Mi corazón dio un latido fuerte, que hizo que el color rojo se pusiera en mis mejillas. Los latidos fuertes persistían, sentía como si fuera a explotar, pero no era de nervios si no de ¿Emoción?—¿Tú no crees que es precioso?—Negué, mientras él me miraba, haciendo que yo tapara mi vista con el libro, en las cuales tenía plasmadas las palabras y letras que en ese preciso instante no me interesaban.

—Para mi es un adorno que no debería estar. Es como el árbol de navidad en julio.—Rió, mientras yo sólo sonreía por su risa un poco chillona pero altamente contagiosa.

—Mírame. Por favor mírame.—Puse una mano en mi ojo para luego mirarlo.—Sabes que no me importa que seas así. ¡Es más! ¡Me encanta! Si Yong no lo apreció, entonces lo digo yo. Te quiero un montón, y necesito que confíes en ti, en vez de la gente. Porque eres precioso, y sé que puedes mostrarle a la gente tu belleza.—Sonrió, mientras yo quedaba casi con la boca abierta. Se levantó de mis piernas, dando una pequeña vuelta. Puso una mano en mi mano la cual tapaba por completo mi ojo, posándola.—Deberías saber que eres precioso. A pesar de tantos golpes recibidos, sigues siendo precioso.—Se levantó, dándome una última mirada.—Tengo que ayudar con las cosas de la feria. Te quiero.—Acercó su rostro unos centímetros, dándome un pequeño beso en la mejilla. 

No me dio ni un segundo para asimilar todo. 

Me siento demasiado feliz. 

Puse el libro en el suelo, cerrado. Y cuando él se fue, pude asimilar todo. 

No me siento bien, mi estómago esta revuelto, pero no como si fuera a vomitar. Es como un cosquilleo. 

¿Esto es normal entre amigos de confianza?

Yo creo que no.

Pero el hecho de que me dijera eso, para mi es suficiente. Esas palabras fueron lo mejor. Sus ojitos que brillaban con cada palabra, y sus mano sobre la mía. No puedo creerlo. 

Mingyu es demasiado para mi. 

Es perfecto, y me cuida como si fuera lo más delicado del mundo. A pesar de que sé como defenderme y como cuidarme por mi propia cuenta. Me encantaba, me encanta. Pero no sé como decirlo con mis propias palabras. 

No sé como expulsarlas, no sé como decirle lo que en verdad quiero. ¿Cómo decirle lo lindo que es sin tener que ponerme rojo?

Maldita sea.

Odio los sentimientos. 

Pero con él me da igual expresarlos un poco. Decirle que en verdad ha dado un giro a mi vida que nadie ha podido hacer. Una vida totalmente diferente a como lo era, un casi significado para levantarme con ánimos a clases, verlo sentado en su lugar mientras hace los complicados ejercicios de química que la profesora nos pide. Hasta que se aburre y me pide ayuda, con prisa. Me da parte de su almuerzo cuando no tengo ganas de comer, me presta libros que tiene en su casa, respeta mi pequeño secreto sin excepciones, juega conmigo, o me anima a sonreír por unos segundos cortos que hacen que mi día cambie totalmente. Sabe como hacerme feliz con cosas sencillas. Y nadie ha podido encontrar ese punto, ni siquiera mi madre. 

Creo que por primera vez estoy recibiendo algo en vez de sólo dar. 

Algo recíproco que hace que ambos seamos felices con el otro. 

Con cosas pequeñas como cuando almorzamos juntos. Leer juntos aunque sea tonto. 

Me hace feliz su compañía. 

Y me siento motivado a estar con alguien como él, y darle todo lo que tengo a disposición.

-Eyes-Where stories live. Discover now