-Stupid...-

839 78 12
                                    

🍂🐈

Estuve pensando todo el resto de la tarde en Mingyu. En el parque no parecía él, y entendía el motivo, por eso estaba más amigable, más suave de modo y más tranquilo.

Mientras que él estaba lejano, un poco distante y un poco intranquilo. Cada vez que rozaba su mano, no reaccionaba. De seguro era por su madre y abuela, le habían lavado el cerebro a pesar de "lo que siente por mi". Es normal, quizás. 

No tiene nada de malo enamorarse de alguna persona, quien sea. 

No es necesario que las personas decidan sobre ti lo que quieres, lo que deseas o anhelas. No tiene sentido que su madre esté encima de él pensando en quién debe amar o no. 

El pequeño gato, que ahora me ama y que ahora es mío, estaba sobre mis piernas cruzadas, acurrucado buscando calor. Su paz al dormir sobre mi me relajaba, le acariciaba la cabeza, su lomo y ronroneaba un poco mientras lo hacía. Mientras mi cabeza estaba llena de muchas cosas que pasaban por cada minuto, sin ser apaciguado por la caricias suaves que me daba el pequeño gato que todavía no tiene nombre. 

Me preguntaba a cada segundo como fue su conversación con su abuela, de seguro estuvieron gritándose o discutiendo a más no poder. 

Quisiera que yo fuera la forma de protegerlo de tontas cosas como las absurdas acusaciones sin sentido de su madre. De como debe vivir su vida, como manejarla o dirigirla. Con deseos de su madre que quiere cumplir a través de Mingyu, sus anhelos que quizás nunca pudo cumplir.  

Las prohibiciones, como no salir con un chico como yo, no tener una mascota, no estudie lo que uno quiere, demás. Son lo que hace a una persona enloquecer cuando tenga la oportunidad, cuando nada le diga que no, cuando tenga la oportunidad de sólo liberarse a su forma, hacer lo que se le ocurra, sin medir nada porque nunca le dieron el tiempo de relajación para él. Es lógico, cuando nada te presiona, te descarrilas de esa rutina estricta y ordenada. Sobre todo a nuestra edad. ¿O me equivoco? 

Quizás sí.

Tal vez no. 

No tengo ni la más remota idea, porque no me ha tocado vivir una vida como la que tiene Mingyu. 

Mi cabeza no puede más. Me recosté con las piernas cruzadas, con bastante flexibilidad mientras el gatito que antes estaba sobre mis piernas, ahora se recostaba en mi pecho para mirarme y ronronear de nuevo. Estiré mis piernas y acariciaba un poco la cabecita pequeña de el animalito. 

—Creo que ya te tengo un nombre...—Dije mientras me levantaba, y pasaba una mano por su cabeza, sonriendo mientras veías sus ojos, iguales a los míos, eran preciosos...—Rock, eres demasiado tierno...—Sonreí mientras lo acariciaba con tranquilidad y serenidad. Sus ojos se cerraban cuando pasaba mi mano por su cuello. 

Era demasiado tierno la forma en la cual achicaba sus ojitos y luego me miraba. 

Me levanté, viendo como él me seguía, sus patitas un poco torpes pero firmes a seguirme, pasando por mis piernas para poder restregarse contra estas mismas. 

Fui al baño y vi como él se sentaba frente a la puerta antes de que cerrara la puerta. Me cepillé los dientes y salí, él me siguió todo el tiempo. Me puse pijama, que era un total de prendas al azar desordenadas e incoherentes. Mi bóxer negro, mi remera de un gato estampada gris y unos calcetines con dibujos de pizzas. Nada combinaba pero daba igual, de todas formas nadie me vería así. 

Me acosté y me arropé, sintiendo como Rock llegaba a la cama, se acostaba a un lado mío y ronroneaba mientras trataba de buscar calor dentro de la cama, cosa que yo le di cuando me destapé para que pudiera acostarse un poco. Respiró pesadamente y cerró sus ojitos, durmiendo, mientras yo miraba el techo, un poco indeciso. 

-Eyes-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora