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Aquel fin de semana había pasado muy rápido, sentía náuseas, antojos y desgano. Comía poco y vomitaba aún más de eso, quería chocolates y cosas dulces.
Si Reiner estuviera allí, de seguro saldría corriendo al supermercado.
El lunes llegó y con ello otra vez debía ir a clases, sus padres estaban algo recelosos respecto a su comportamiento. Atribuían a Porco, ya que él castaño solía consentir mucho al moreno.
—Nos vemos luego...— susurró antes de salir caminando hacia la escuela.
Durante el fin de semana Galliard había hecho como si nada pasara, de esa forma se angustiaba menos, de lo contrario estaría en constante preocupación sintiendo que podría estallar. Aún quedaba tiempo hasta que naciera el hijo de Bertholdt, por lo que tenían algo de tiempo para prepararse.
Siempre iba con su novio hacía clases, y no lo dejaría ahora, no haría como el cobarde de Reiner. Salió un poco más temprano y se quedó esperándolo en una esquina, levantó la mano saludándolo al verle caminar en la lejanía, deberían hablar con sus padres cuánto antes...
Hoover sonrió algo renovado al ver al castaño esperándolo, apuró el paso sintiendo una fuerte punzada en la espalda.
¿Acaso el bebé no quería esta cerca de él?
—Buenos días, amor.
Aún no le había dicho nada a sus padres, había escondido toda evidencia de su embarazo, deseaba que no se entraran por sus propios medios. Había visto al hijo de Historia en redes sociales, era idéntico a Eren.
Se imaginaba la nariz que tendría su hijo o hija, quizás sea como la de Porco.
—Buenos días Berth~— estaba de mejor humor que las veces anteriores, pero, se lo debía a hacer como si nada pasara, sin embargo ver el estómago del moreno ligeramente más grande le recordaba sus problemas—. ¿Como pasaste tu fin de semana?—cuestionó antes de tomarlo de la mano y empezar a caminar junto a él.
Y aquella mirada a su vientre le hizo querer ocultarlo, ¿que dirían de él? Miró con el rabillo del ojo a su Alfa, se veía aparentemente calmado, pero sabía que era sólo una fachada.
—Estuve con mareos y náuseas— susurró haciendo un puchero—. Esa bolita se mueve mucho, me mantiene despierto en la noche— habló bajito—. Y te extrañé mucho...— mintió, sabía que no debía jugar así, pero no había opción—. ¿A ti como te fue?
Podía sentir como pequeñas agujas le daban punzadas en la espalda, parecía como una maldición.
Bertholdt le recordaba el problema en el que estaba, sus problemas de embarazado hacían que su fachada tranquila empezará a caerse a pedazos. Sin embargo eso último que le dijo le hizo sonreír, esperaba que sea verdad, porque ahora que no le quedaba de otra estaba dispuesto a estar siempre con el moreno y su hijo.
