Capítulo 9 - Siempre a tu lado

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Las Cascadas Mágicas de Copalitilla eran un paraíso

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Las Cascadas Mágicas de Copalitilla eran un paraíso. Convivir con la naturaleza y poder bañarse en piscinas naturales de aguas azules y cristalinas no era algo que se viera todos los días, algunas tenían hasta 20 metros de profundidad y el lugar contaba con más de 30 cascadas.

El río de Copalita poseía cuevas, túneles y grutas, también había pozas naturales de agua fría en forma de jacuzzis en donde nos relajamos un poco; aves, nutrias y mariposas monarca podían ser vistas desde donde nos encontrábamos.

Terin y yo nos aventuramos haciendo caminata, un poco cañonismo en donde estuvimos a punto de perder los tobillos, el rappel fue lo siguiente en nuestra lista de cosas por hacer ese día; el problema llegó cuando nos encontrábamos a punto de probar la tirolesa.

— Te juro que si caigo y no me muero, voy a matarte.

— Vamos, Terin, va a ser divertidísimo.

— Te odio —habló tragando en seco.

— No, claro que no —un grito horroroso salió de su boca cuando descendió.

— ¡Te odio! —gritó mientras se aferraba con todas sus fuerzas al arnés.

— ¡Claro que no!

Visitamos la finca cafetalera La Gloria, una antigua construcción rústica de principios del siglo pasado; recorrimos los cafetales, degustamos un café orgánico delicioso y totalmente fresco. Probamos la estupenda comida regional hecha en casa y para finalizar un delicioso postre, después nos dirigimos al mariposario en donde nos pasamos gran parte del recorrido maravilladas con lo que nos rodeaba, cuando finalizamos el recorrido visitamos La Crucecita.

Decidimos pasear por las calles y conocer el mercado, probamos el quesillo, mole y los chapulines, todo era muy pintoresco, con sus calles limpias y gente amable y divertida; visitamos el templo dedicado a la Virgen de Guadalupe, compramos diversos artículos, algunas pulseras, collares y sombreros, tomamos más fotografías y regresamos al hotel.

Las dos estábamos emocionadísimas, mañana nos despediríamos de Huatulco y visitaríamos Monte Albán.

— Estoy muerta, te juro que cada vez que salimos de vacaciones al regreso tengo que tener una semana para poder recuperarme —Terin se dejó caer sobre la cama.

— No puedes negar que todo esto ha sido maravilloso.

— No lo niego —se reincorporó de sopetón —. ¡No puedo esperar para ir a Monte Alban!

— Estoy añorando ese momento.

— ¿Recuerdas el viaje a Dinamarca? —asentí mientras masajeaba mis cansados pies.

— Prácticamente vivíamos en un congelador industrial.

— Recuerdas a ese tipo. ¿Cómo es que se llamaba?

Sam #PGP2021Where stories live. Discover now