Capítulo 27 - Casi de año nuevo

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—   No creo que esto se vea bien

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— No creo que esto se vea bien.

Le eché una ojeada a su trabajo culinario; me tuve que morder la lengua para evitar decir una sola palabra.

— Si preguntas mi opinión —ella me observo dubitativa y esperanzada —, se ve fantástico —pestañeó y después arrugó la frente.

— Parece La mancha voraz.

Volví la vista hacía la pila de pan a medio cocinar; una parte de este se había hundido, la otra estaba demasiado quemada y el decorado que le había puesto encima se estaba derritiendo porque el pan había estado demasiado caliente.

— No parece La mancha voraz, esa era asquerosa y se comía a la gente.

Esclarecí, porque, aunque su pastel no tenía el mejor aspecto, tampoco se veía como esa masa viscosa de la que huía la gente, despavorida y horrorizada en 1958. El pastel no era una obra de arte, pero no era algo horrible de ver.

Arte abstracto, eso era.

— Prométeme que no dejarás que tu madre vea esto, sería una vergüenza. ¡Jesús!, soy un caso perdido. ¿Por qué dije que haría el pastel? Tu madre se avergonzará de mí y jamás me permitirá volver a pisar tu hogar, seré rechazada y me sentiré miserable por el resto de mi existencia —elevó las manos al cielo —. ¡Exilió total!

— No seas trágica, no va a exiliarte a ningún lado, y el pastel se ve bien.

— Tengo una idea —hablo ignorando por completo lo que le había dicho —, le diré que tú lo hiciste, no puede exiliar a su propia hija.

Blanqueé los ojos. Terin haría una carrera excelente en teatro, especialmente siendo una actriz dramática, se la daba natural. Esos detalles que la hacían tan única me hacían quererla mucho más.

Seguí rellenando los churros dulces para esta noche, la comida ya estaba casi lista, así que nuestra familia nos había dado luz verde para utilizar los sagrados recintos de los alimentos, según ellas, el peligro de echar a perder lo que cenaríamos era nulo.

— ¿Cómo va el pozole? —entró mi padre colocándose el mandil azul y evidenciando que se estaba muriendo de hambre.

— Está hirviendo.

Respondió Terin, él abrió los ojos asombrado al ver el pastel, luego me observo como diciéndome <<¿Qué es eso?>>, yo le pedí con la mirada que no dijera nada. Papá desvió su atención hacía la estufa y revisó que todo estuviera bien.

— Tu madre dijo que no tocaran los tamales de chile —amenazó en mi dirección —, y que ni se les ocurriera comenzar a comer el Vinaigrette —. Ahora nos señaló a ambas.

— No lo haremos.

Respondimos al unísono, por supuesto que estábamos mintiendo, y por la mirada llena de incredulidad, papá también lo sabía.

Sam #PGP2021Where stories live. Discover now