Capítulo 25 - Ángel

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El señor Pissaro se había vuelto una constante en mis pensamientos

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El señor Pissaro se había vuelto una constante en mis pensamientos. El mismo día en que nuestros caminos se cruzaron hablé con mis padres sobre él, no ahondé en detalles, no sería capaz de faltarle al respeto de tal manera. Pero lo poco que pude decirles a ellos sobre el abuelo de Gabriel fue suficiente para qué sacarán sus conclusiones.

Un hombre que ya no quiere seguir —había sentenciado mi padre.

Un hombre que se siente incompleto, pero que no lo está —medio mi madre.

Dos días previos a año nuevo el semblante fatigado de Abu Gabe —apelativo que únicamente me atrevía a decir en mi mente—, seguía ahí, y no había cambiado en absoluto.

— ¿Cómo le muevo yo a esta cosa, que sigo sin entender cómo hacerlo?

Me acerqué a mamá, quien luchaba contra la tecnología de su nuevo celular, uno al que ya quería lanzar contra la pared porque según ella, no servía para nada, y además era muy grande.

— No tienes que picarle como lo hacías con tu otro teléfono, con que deslices el dedo es suficiente.

— Yo quiero mi otro celular, ¿dónde está? —indagó enfurruñada.

— Mamá, tu otro teléfono ya no sirve —defendí —. Tenía la batería pegada con cinta adhesiva, y algunas de las teclas extrañamente habían desaparecido.

— Para mí sí servía —regañó fastidiada con su avance tecnológico de bolsillo —. Esto parece una oblea, seguro se rompe igual de fácil que una tostada.

— Que con este puedes realizar videollamadas a mis tías, así puedes verla mientras pláticas con ellas.

— En mis tiempos, cuando querías ver a alguien, ibas a visitarlos a sus casas, o quedábamos con ellos para ir a la plaza o a los huertos.

— Pero ya son otros tiempos. Qué tal que me voy a vivir a otro continente y la única manera de que puedas verme es a través de videollamada —arrugó el ceño.

— ¿Y por qué te vas a ir a vivir a otro continente? ¿Qué no te gusta este? —llevé la vista al cielo.

— Jesús Cristo, mamá, es un decir.

— Pues no digas eso, que no quiero que te vayas; y me regresan mi otro celular, que el otro día quería llamar a tu tía Eva, y lo que logré fue que una mujer con voz robótica me preguntará una y otra vez qué era lo que quería buscar en la internet, y yo no quería buscar nada, yo quería hablar con tía Eva.

Me rendí con mi madre en el tema del teléfono, porque tratar de hacerle entender que su nuevo celular era mejor que el otro me sería imposible.

— ¿A qué hora dijo Anton que llegaba? —cuestioné lavándome las manos para comenzar a picar los vegetales del desayuno.

— No sé, me envió un mensaje, pero no he podido ni leerlo, porque no le sé a esa cosa —revisé sus mensajes notando que no había leído ni uno solo desde que se lo regalamos, di con el de Anton.

Sam #PGP2021Where stories live. Discover now