Capítulo 45 - Frío

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Presente

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Presente

Una vez leí que cuando te rompen el corazón, te sientes débil, cansado, roto, y lloras sin parar hasta que no hay más lágrimas que derramar, luego te tomas un respiro, uno que te quema los pulmones, porque el aire con el de alguna manera se vuelve insuficiente, entonces te vuelves a sentir deshecho, y lloras de nuevo, y así hasta que el dolor disminuye, y de algún modo, con el tiempo, vuelves a ser tú. Estoy temiendo que eso último no me pase a mí.

No puedo llorar, ¿será eso normal?

Me lo sigo preguntando, día sí y día también.

Una semana ha pasado, una semana y sigo sin poder llorar. Lo intento, de verdad intento derramar un par de lágrimas, porque es lo que se supone que debes hacer cuando te rompen el corazón, aunque bueno, es la primera vez que alguien me hace sentir así de... fría.

Sé que Terin está igual de preocupada como mis padres, igual que Anton, que toda mi familia y amigos; también sé que todos los días la llaman y le hacen una infinidad de preguntas para saber cómo me encuentro, qué es lo que hago. Tal vez para saber si no he caído en cama llorando a mares y gritando a todo pulmón el cúmulo de sentimientos que me están ahogando desde que él dijo no; la verdad es que eso desearía estar haciendo ahora mismo, llorar hasta quedarme sin lágrimas, gritar hasta dejarme la garganta en carne viva, pero no puedo, y no sé la razón.

Creo que mis lagrimales no funcionan correctamente, y esa es la razón por la cual no puedo llorar. Sí, eso debe ser.

Una parte de mí se siente mal, terriblemente mal, la otra todavía no asimila que estoy en Canadá, viendo nevar desde que amanece hasta que anochece, inamovible, en el balcón de la habitación de hotel que estoy compartiendo con mi mejor amiga.

Esto no supone que fuera así, se supone que debería ser Gabriel quien despierte a mi lado, no Terin.

Los colores ya no son luminiscentes, las estrellas ya no brillan con la misma intensidad. Los sabores ya no son exquisitos. Los sonidos ya no son armónicos, los olores ya no son mágicos. La vida ya no es igual de bonita.

Todo se ve tan opaco, tan vacío.

Tan frío.

— ¿Quieres caminar un rato? —averigua Terin frente a mí, de reojo, la veo analizar el plato de comida en la mesita a mi lado, hoy tampoco la he tocado —. Vamos, te servirá un poco de aire fresco.

Me toma del brazo, me ayuda a cerrar la chaqueta que tan amablemente me ha hecho llegar Anton con otra tonelada de ropa para este clima y salimos de la habitación, bajamos por el ascensor, tomadas de la mano hasta llegar al exterior. Hoy el Sol brilla majestuoso en el cielo, y todo me parece tan raro, es como si el mundo se moviera en cámara lenta. No encuentro belleza en este lugar. No veo belleza en ningún rincón.

Pareciera como si todo lo bello, todo aquello que me parecía increíblemente hermoso se hubiese esfumado.

Nos detenemos frente al lago, uno que se encuentra en el punto intermedio entre congelado y líquido. Uno que sí no prestas la suficiente atención, puede convertirse en una trampa mortal si te aventuras a caminar sobre él. La fina capa de hielo que lo cubre pareciera lo suficientemente fuerte y sólida para sostener un cuerpo, pero hasta el más ligero toque podría fracturarlo, llenarlo de grietas, abrir un gran agujero, uno del que seguramente nunca saldrías. En este momento, yo soy ese lago.

Sam #PGP2021Where stories live. Discover now