Capítulo 41 - Enfermero particular

694 135 72
                                    

—      ¡Travis, Vladimir, el desayuno está listo! —Los dos gigantones asomaron la cabeza en la cocina

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

— ¡Travis, Vladimir, el desayuno está listo! —Los dos gigantones asomaron la cabeza en la cocina.

— ¿Nos ha preparado el desayuno? —interrogó Vlad, mi guardaespaldas personal.

— Así es, nos he preparado el desayuno. Alto en proteínas, carbohidratos y grasas bien medidos, cero gluten y para los intolerantes, libre de lácteos—les entregué el plato tamaño extrafamiliar, ambos me sonrieron con ternura.

— Muchas gracias, Sam.

— Un placer, ahora coman muchachos, que están en crecimiento. Iré a llevarle esto a mi hombre.

Salí de la cocina dejando a los dos primos devorando su desayuno. Resultó que Vlad solamente tenía la cara de malo, porque era un grandote que rebasaba los dos metros con un corazón de oro, cabello rubio casi a rape y unos ojos divinamente azul celeste.

— ¡Achís!

— Salud —le retiré el termómetro y revisé su temperatura —. La fiebre cedió un poco. ¿Cómo te sientes?

Gabe llevaba dos días postrado en la cama secundario a amigdalitis aguda, gripe y una baja de glucosa terrible. Por indicación médica tenía que permanecer en reposo por ocho días, algo que lo tenía terriblemente estresado.

— Me siento mejor —habló con voz gangosa —. Muchas gracias.

— Tienes que comer algo, mi mocosillo —se carcajeó.

— Dios, no puedo creer que me enfermé.

— Suele pasar cuando respiramos, ya sabes, todos los seres vivos gozamos de adquirir enfermedades diversas a lo largo de nuestras vidas —resopló tomando asiento en la cama.

— Te amo tanto —sonreí colocando la bandeja de comida en su regazo.

— Te amo, y te amaré más si te terminas todo esto.

— La verdad no tengo apetito, la comida me sabe a cartón.

— Me duele que digas eso de mi comida —hablé con fingido insulto.

— No es tu comida, hasta la pasta dental me sabe a cartón.

Gabe no nos había hecho fácil el ayudarlo un poco con su reciente estado de salud, al principio se rehusó a descansar, pero la hipoglucemia lo había dejado fuera de combate, entonces supo que tenía que acatar las indicaciones médicas, o terminaría atado a la cama y sin derecho a opinar hasta que mejorará.

Emma venía a visitarlo durante las tardes, mi madre llamaba para saber cómo estaba, y yo me había mudado temporalmente a su casa.

Su teléfono comenzó a timbrar, él le dedicó una mirada casi soñadora, luego suspiró y siguió comiendo.

Sam #PGP2021Where stories live. Discover now