Capítulo 31 - Sin respiración

816 149 15
                                    

—      ¿Vas a decirme a donde vamos o voy a continuar adivinando? —intenté poner ojos de cachorro, la verdad no funcionó

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

— ¿Vas a decirme a donde vamos o voy a continuar adivinando? —intenté poner ojos de cachorro, la verdad no funcionó.

— Te daré la misma respuesta de hace 20 minutos —cambió la velocidad del auto —, no.

Hice un puchero, porque vamos, qué otra cosa podría hacer; él por supuesto que no resistió la tentación de pellizcarme la mejilla y sonreír, lo que me hizo sonreír de vuelta.

Teníamos una hora en el auto y estaba ansiosa por saber a dónde iríamos. Hasta el momento no tenía ni una sola pista del lugar a donde nos dirigíamos. Seguía bastante oscuro en la carretera y el día nublado no ayudaba mucho. Había lloviznado un poco en el trayecto, ahora solamente quedaba neblina.

— Pero sé que te gustará mucho —volví a sonreírle —. Tienes una hermosa sonrisa, me gusta.

Sentí mis mejillas enrojecer, inmediatamente me volví para verlo, contemplé su perfil, este día se veía relajado, feliz. Las comisuras de sus labios estaban ligeramente arqueadas hacía arriba, como si estuviera ocultando su sonrisa, como si no se permitiera un momento de felicidad.

Supongo que él cree que no merecer serlo.

Comenzaba a descubrir un poco del mundo de Gabriel, y los secretos que él tan celosamente guardaba, y sin necesidad de preguntar cuál era su mayor miedo, además del que ya me había dicho tiempo atrás, estaba segura de que no era perder a su abuelo, sino ser feliz, y perder esa felicidad, tal como creyó haberlo hecho abu Gab.

— ¿Qué pasa? —Me miró de soslayo.

— Tienes un poco de baba aquí —señalé la comisura de su labio.

— ¿Dónde? ¿Aquí? —se puso en modo serio intentando localizar su inexistente baba.

— Sabes que era una broma tonta, ¿verdad? No hay nada en tu perfecto rostro.

— Así que mi rostro es perfecto —negué dedicándole una sonrisa burlona —. Digo, sabía que era guapo, pero no perfecto. Así que gracias, por lo de perfecto.

— Que bobo eres. ¿Tienes hambre? —comencé a rebuscar en mi pequeña mochila, había preparado unos emparedados dulces, tenía manzanas, peras y fresas con zarzamoras troceadas.

— ¿Cómo es que tienes hambre tan temprano?

— Siempre tengo hambre —le ofrecí un pequeño bocadillo, él lo tomó.

— Gracias. Mi abuelo dice que arrasaste ayer en ajedrez.

— Estoy segura de que está dejándome ganar.

— No lo hace, él jamás te dejaría ganar. Si fueras una niña de nueve años jugando contra él, te patearía el trasero sin dudarlo. Él siempre ha sido un hombre que te hace trabajar por lo que quieres.

Sam #PGP2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora