Capítulo 11 - Agua de horchata

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Terin y yo visitamos el Templo de Santo Domingo en el centro histórico de la ciudad, vagamos por aquí y por allá intentando mantenernos en pie

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Terin y yo visitamos el Templo de Santo Domingo en el centro histórico de la ciudad, vagamos por aquí y por allá intentando mantenernos en pie. Estábamos realmente cansadas, pero el tiempo aquí era contado, ya descansaríamos cuando las vacaciones terminarán.

Me puse en modo graba todo lo que puedas mientras recorríamos el centro de Oaxaca.

— ¿Qué se siente estar en esta hermosa ciudad?

— ¡Es maravillo!—Terin comenzó a dar vueltas con los brazos extendidos —. ¡Es todo tan mágico!

— ¿Dile a nuestros padres qué es lo que más te ha gustado?

— La comida —ella acercó la cámara a su rostro —. Mamá, tienes probar el mole, es tan delicioso.

Sonreí mientras ella se apartaba corriendo a un puestito para comprar algunas artesanías, tomé algunas fotografías y continué grabando, me gustaba mostrarles todo lo que habíamos visto en nuestro viaje a mis padres, a Anton y a los padres de Terin, a los cuales consideraba mi familia; amaba poder compartirles el mundo a través de mis ojos.

Terin y yo continuamos vagando y comprando pequeños recuerdos que seguramente iban a terminar decorando la pared de cachivaches que teníamos en el departamento, uno al que mi padre le iba agregando estantes año con año.

— Tengo hambre —se quejó cuando llegamos a la plaza principal.

— Siempre tienes hambre —ella hizo un mohín.

— Aliméntame, tengo hambre —suspiré tomando la pequeña libreta de direcciones que siempre cargaba, una libreta especialmente dedicada a los sitios de alimentos que los lugareños recomendaban —. Tengo hambre.

— Eres tan quejosa —revisé el mapa y la dirección que tenía en la libreta.

— Hambre, hambre —le di un codazo en el costado.

— Cállate, estoy buscando un lugar donde vas a poder alimentar al agujero negro que vive en tu estómago.

Nunca había logrado averiguarlo, pero estaba segura de que Terin tenía la capacidad de aparecer comida de la nada, porque estoy segura de que no había tardado tanto tiempo con la vista puesta sobre el mapa, pero cuando el sonido de ella mascando algo me llegó a los oídos me di cuenta de que en realidad ella ya se estaba comiendo un esquite, y tenía dos vasos con agua de horchata en las manos.

Ella también poseía la asombrosa habilidad de comer, aun cuando sus manos estuvieran ocupadas con un oso, o un jabalí.

— ¿Cómo...? —No había terminado mi pregunta cuando ella me entregó uno de los vasos.

— Te tardaste mucho, y tengo demasiada hambre para seguir esperando. Esto va a calmar a mi agujero negro el tiempo suficiente para no terminar devorándote uno de tus flacuchos brazos —blanqueé los ojos dándole un sorbo al agua.

Sam #PGP2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora