Capítulo 28 - Gracias

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Siempre creí que los niños pequeños eran angelitos que habían llegado a nuestras vidas para mostrarlos que se puede ser inmensamente feliz con cosas tan pequeñas como una roca, y que la inocencia es uno de los más bellos regalos que han existido

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Siempre creí que los niños pequeños eran angelitos que habían llegado a nuestras vidas para mostrarlos que se puede ser inmensamente feliz con cosas tan pequeñas como una roca, y que la inocencia es uno de los más bellos regalos que han existido.

— ¡Mamá! ¡Samy tiene novio!

Regalos divinos de la vida.

— Yare, deja de gritar —regañó mía tía a su hija de seis años.

— ¡Samy tiene novio, y vendrá a cenar!

Dado que mi madre había avisado con antelación a todas mis tías de la presencia de la familia Kendrick, pero no a mis primos y sobrinos, el alboroto que había a mi alrededor no era únicamente por la visita de ellos, tenía mucho que ver con cierto abogado soltero cuya fotografía rondaba por la internet.

Aparentemente Nathan Kendrick era el galán por excelencia del momento, y como Gabriel había desaparecido hacía un tiempo del ojo público, el único que robaba suspiros a diestra y siniestra era su hermano mayor.

— Será una cena especial —señaló Terin a mi lado.

— Lo será.

Mi primo pasó corriendo como alma que llevaba el diablo detrás de sus gemelos, uno de ellos tenía en su poder su teléfono, el otro solamente lo seguía divertido creyendo que estaban jugando a los quemados.

— Será hermosa.

Remarcó de nueva cuenta.

Mi prima, quien se había estrenado como madre este año y a quien el postparto le estaba pasando factura, intentaba amamantar a su pequeña mientras soltaba lagrimones por lo doloroso que le resultaba, su madre le señalaba como hacerlo, pero solamente la hacía rabiar más y terminaron gruñéndose una a la otra; mientras tanto, su esposo roncaba con la cabeza colgándole de lado y peligrosamente cerca de caerse sobre la piscina de pelotas que habían dispuesto para los más pequeños, piscina que ahora ocupaban mis dos tíos ya entrados en años, pero cuyos niños internos eran más fuertes que sus dolores de rodillas.

— Solamente espero que tanta energía no sea abrumadora para abu Gab —suspiré sintiéndome un tanto ansiosa.

— Verás que no. Lo que él necesita es energía familiar, fuerte y vibrante, y eso aquí sobra.

— ¡Ernesto, bájate de ese árbol por amor a la santísima Virgen! —gritó mi tía a su chiquito de quince años.

— ¡Mamá, Yuri está diciéndome come mocos otra vez! —chilló mi primo.

— ¡Eres una come mocos! ¡Come mocos! —Se burló su hermano.

— ¡Y tú un pedorro! —contraatacó mi primo dando un pisotón y escapando de mi tía, quién ya amenazaba con la chancla a sus hijos.

Sam #PGP2021Where stories live. Discover now