Capítulo 7

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Traición. Es lo primero que siento aunque resulte ridículo, porque, para que haya traición, debe haber primero confianza, y entre Peeta y yo la confianza nunca ha formado parte del acuerdo. Somos tributos.

Sin embargo, el chico que se arriesgó a recibir una paliza por darme pan, el que me ayudó a no caerme del carro, el que me encubrió con el asunto de la chica avox, el que insistió en que Haymitch conociera mis habilidades como cazadora... ¿Acaso parte de mí no podía evitar confiar en él?

Por otro lado, me alivia dejar de fingir que somos amigos. Es obvio que se ha cortado cualquier débil vínculo que hayamos sentido tontamente, y ya era hora, porque los juegos empiezan dentro de dos días y la confianza no sería más que una debilidad. No sé qué habrá propiciado la decisión de Peeta aunque sospecho que tiene que ver con que lo aventajase en el entrenamiento, pero me alegro.

Quizá por fin haya aceptado el hecho de que, cuanto antes reconozcamos abiertamente que somos enemigos, mejor

—Bien, ¿cuál es el horario?

—Cada uno tendrá cuatro horas con Effie para la presentación, y cuatro conmigo para el contenido —responde Haymitch— Tú empiezas con Effie, ______.

Aunque al principio ni me imagino por qué necesita Effie cuatro horas para enseñarme algo, acabo aprovechando hasta el último minuto.

Vamos a mi cuarto, me pone un vestido largo y tacones altos no los que llevaré en la entrevista de verdad, y me explica cómo debo andar.

Los zapatos son lo peor nunca he llevado tacones y no me acostumbro a ir dando tumbos sobre la punta de los pies. Sin embargo, Effie corre por ahí con ellos las veinticuatro horas del día, y decido que, si ella es capaz de
hacerlo, yo también.

El vestido me supone otro problema no deja de enredárseme en los zapatos así que, por supuesto, me lo subo, momento en el cual Effie cae sobre mí como un halcón para darme en la mano y gritar

—¡No lo subas por encima del tobillo!

Cuando por fin domino los pies, todavía me queda la forma de sentarme, la postura al parecer, tengo tendencia a agachar la cabeza, el contacto visual, los gestos de las manos y las sonrisas.

Sonreír ya no consiste en sonreír sin más. Effie me obliga a ensayar cien frases banales que empiezan con una sonrisa, se dicen sonriendo o terminan con una sonrisa.

A la hora de la comida tengo un tic nervioso en los músculos de las mejillas, de tanto estirarlos.

—Bueno, he hecho lo que he podido —dice Effie, suspirando— Recuerda una cosa, ______ tienes que conseguir gustarle al público

—¿Crees que no le gustaré?

—No, si los miras con esa cara todo el tiempo. ¿Por qué no te lo reservas para el estadio? Es mejor que imagines que estás entre amigos

—¡Están apostando cuánto tiempo duraré viva! —estallo— ¡No son mis amigos!

—¡Pues fíngelo! —exclama Effie

Después recupera la compostura y esboza una sonrisa de oreja a oreja

— ¿Ves? Así. Te sonrío aunque me estés exasperando

—Sí, muy convincente. Voy a comer

Me quito los tacones de un par de patadas y salgo hecha una furia hacia el comedor, subiéndome el vestido hasta los muslos.

Peeta y Haymitch parecen estar de buen humor, así que imagino que la sesión de contenido será mejor que los sufrimientos de la mañana. No podría estar más equivocada.

Tributos Del Capitolio [Petta Mellark Y Tú ]Where stories live. Discover now