Capítulo 16

2.1K 151 7
                                    

—Ya nos estará buscando —dice Peeta— Cato no es de los que se sientan a
esperar a que aparezca la presa

—Si está herido...

—Da igual. Si puede moverse, estará de camino

Con la lluvia, el arroyo se ha desbordado varios metros por ambas orillas. Nos detenemos a reponer agua y compruebo las trampas que dejé hace algunos díasvacías.

—Si queremos comida, será mejor que regresemos a mi anterior territorio de caza

—Tú decides, sólo tienes que decirme qué debo hacer

—Mantente alerta —le digo— Quédate en las rocas todo lo posible, no tiene
sentido dejar un rastro. Y escucha por los dos

Caminaría por el agua para borrar del todo nuestras huellas, pero no sé bien si la pierna de Peeta podría soportar la corriente. Aunque las medicinas han curado la infección, sigue estando bastante débil.

Por primera vez me doy cuenta de que tenemos un problemacaminar por terrenos rocosos con una pierna mala... Bueno, tienes que hacer ruido pero Peeta hace ruido incluso en el blando lecho de agujas de pino.

Y cuando digo ruido, quiero decir ruido de verdad, como si fuese dando pisotones o algo así. Me vuelvo para mirarlo

—¿Qué? —me pregunta.

—Tienes que hacer menos ruido olvídate de Cato estás espantando a todos los conejos en quince kilómetros a la redonda

—¿De verdad? Lo siento, no lo sabía.

Así que empezamos otra vez y lo hace un poquito mejor, pero, incluso con una sola oreja funcionando, me sobresalta.

—¿Puedes quitarte las botas? —le sugiero

—¿Aquí? —pregunta, sin poder creérselo, como si le hubiese pedido que caminase descalzo sobre brasas o algo parecido.

Tengo que recordarme que no está acostumbrado al bosque, que es un lugar aterrador y prohibido al otro lado de las alambradas del Distrito 12.

—Sí —le explico con paciencia—. Yo también me las voy a quitar, así iremos los dos en silencio —aseguro, como si yo también estuviese haciendo ruido

Así que los dos nos quitamos las botas y los calcetines y, aunque la cosa mejora un poco

—_____, tenemos que separarnos. Sé que estoy espantando a los animales.

—Sólo porque tienes la pierna mal —respondo con generosidad, porque, la verdad, eso no es más que parte del problema

—Lo sé, pero ¿por qué no sigues tú?

Enséñame qué plantas tengo que recoger y así los dos resultaremos útiles

—No si Cato viene y te mata.

Intenté decirlo en tono amable, pero ha sonado como si pensara que es un debilucho

—Puedo manejar a Cato —responde, sorprendiéndome con su risa— Ya he luchado antes contra él, ¿no?

—¿Y si trepas a un árbol y haces de vigía mientras cazo? —pregunto, intentando que parezca un trabajo muy importante

—¿Y si me enseñas qué puede comerse por aquí y tú te vas a conseguir un poco de carne? —responde, imitándome— Pero no te alejes mucho, por si necesitas ayuda.

Suspiro y le enseñó qué raíces puede desenterrar. Está claro que necesitamos comida, porque una manzana, dos panecillos y un trozo de queso del tamaño de una ciruela no nos van a durar mucho.

Tributos Del Capitolio [Petta Mellark Y Tú ]Where stories live. Discover now