Capítulo 35

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Peeta sopla por un extremo para ver si hace ruido, pero no. Finnick le
mete el dedo meñique para ver si sirve de arma nada

—¿Puedes pescar con él, Mags? —le pregunto.

Mags, que puede pescar con lo que sea, sacude la cabeza y gruñe.

Me lo pongo en la mano y le doy vueltas.

Como somos aliados, Haymitch estará trabajando con los mentores del Distrito 4. El ha tenido que ver en la elección del regalo, lo que quiere decir que es valioso, quizá incluso imprescindible para nuestra supervivencia.

Pienso en el año pasado, en cuando

Es como si lo oyese gruñir «Utiliza el cerebro, si es que lo tienes ¿Qué es?».

Me seco el sudor de los ojos y levanto el regalo a la luz de la luna. Lo muevo para verlo desde distintos ángulos, tapando algunas partes y destapando otras, intentando obligarlo a confesarme su utilidad.

—Me rindo quizá Beetee o Wiress puedan averiguarlo, si nos unimos a
ellos

Me estiro, apoyo la ardiente mejilla en la estera de hierba y lanzo una mirada herida al artilugio. Peeta me masajea un punto de tensión entre los hombros y yo me relajo un poco.

Me pregunto por qué este lugar no se ha refrescado nada al desaparecer el sol. Me pregunto qué estará pasando en casa.

Un bosque decente con robustos árboles de madera noble, comida abundante y presas sin pinta asquerosa.

El rumor del agua en los arroyos. La brisa fresca. No, mejor vientos fríos que se lleven este calor sofocante. Me
imagino un viento así y dejo que me refresque las mejillas, me entumezca
los dedos y, de repente, la pieza metálica medio enterrada en la tierra negra por fin tiene nombre

—¡Una espita! —exclamó, enderezándome de golpe

—¿Qué? —pregunta Finnick

Saco la cosa del suelo y la limpio.

Después tapo el extremo en punta y
miro el labio.

Sí, he visto algo parecido antes, en un día ventoso y frío de hace mucho tiempo, cuando estaba en el bosque con mi padre. La metió bien ajustada en un agujero abierto en el tronco de un arce, a modo de camino para conducir la savia hasta nuestro cubo.

El jarabe de arce hacía que incluso nuestro soso pan fuese delicioso.

Después de la muerte de mi padre nunca supe qué pasó con el puñado de espitas que tenía

Seguramente estarían escondidas en alguna parte del bosque, perdidas
para siempre

—Es una espita, una especie de grifo. La metes en un árbol y sale la savia —Observo los nervudos troncos verdes que tengo a mi alrededor— Bueno, en el árbol apropiado

—¿Savia? —pregunta Finnick. Al lado del mar tampoco tienen el tipo de
árbol apropiado

—Para hacer jarabe —explica Peeta—Pero estos árboles deben de tener otra cosa dentro

Nos ponemos todos de pie a la vez. La sed la falta de arroyos; los afilados dientes delanteros de la rata de árbol y su hocico húmedo.

Sólo puede haber una cosa dentro de esos árboles. Finnick se dispone a clavar la espita en la corteza verde de un árbol enorme usando una roca, pero lo detengo

—Espera, podrías romperla. Primero hay que abrir un agujero —le digo.

No tenemos nada para taladrar, así que Mags ofrece su punzón y Peeta
lo mete directamente en la corteza, introduciendo la punta unos cinco
centímetros.

Tributos Del Capitolio [Petta Mellark Y Tú ]Where stories live. Discover now