Capítulo 11

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Tropiezo y me caigo en un pequeño pozo recubierto de burbujitas naranja que zumban como el nido de rastrevíspulas

Me hago un ovillo, con las rodillas bajo la barbilla, y espero la muerte.
Enferma y desorientada, sólo se me ocurre una cosa: Peeta Mellark me acaba de salvar la vida

Entonces las hormigas se me meten en los ojos y me desmayo

Sin embargo, al cabo de un rato acepto que mi cuerpo ha expulsado el
veneno, dejándome destrozada y débil. Sigo tumbada de lado, en posición fetal. Me llevo una mano a los ojos y compruebo que están enteros, sin rastro de las hormigas
que nunca existieron.

Consigo sentarme muy, muy despacio. Estoy en un agujero poco profundo que no está lleno de las ruidosas burbujas naranja de mis alucinaciones, sino de viejas hojas
muertas.

Tengo la ropa húmeda, pero no sé si es de agua, rocío, lluvia o sudor. Me
paso un buen rato sin poder hacer nada más que darle traguitos a la botella y observar un escarabajo que se arrastra por el lateral de un arbusto de madreselva

¿Cuánto tiempo llevo inconsciente? Era por la mañana cuando perdí la razón y ahora es por la tarde, aunque tengo las articulaciones tan rígidas que me parece que ha pasado más de un día, quizá dos. Si es así, no tengo forma de saber qué tributos han sobrevivido al ataque de las rastrevíspulas.

Está claro que Glimmer y la chica del Distrito 4 no siguen vivas, pero estaban el chico del Distrito 1, los dos del Distrito 2 y Peeta. ¿Han muerto por las picaduras? Si están vivos, deben de haberlo pasado tan mal estos días como yo.

¿Y qué pasa con Rue? Es tan pequeña que no haría falta mucho veneno para acabar con ella. Sin embargo..., las avispas tendrían que cogerla
primero, y la niña les llevaba cierta ventaja.

y me acuerdo de Peeta... ¡Peeta! ¡Me ha salvado la vida!, o eso creo.

Porque, cuando nos encontramos, ya no distinguía bien qué era real y qué me había hecho imaginar el veneno de las avispas. Sin embargo, si lo hizo, y mi instinto me dice que así es. ¿Por qué? ¿Se limita a explotar la idea del
chico enamorado que puso en marcha en la entrevista? ¿O de verdad intentaba protegerme? Y, si lo hacía, ¿por qué se había unido a los profesionales?

No tenía ningún sentido.

Las armas me dan una perspectiva completamente nueva de los juegos. Aunque sé que tengo que enfrentarme a unos oponentes duros, ya no soy la presa que corre y se esconde o que adopta medidas desesperadas.

Si Cato surgiera ahora de entre los
árboles, no huiría, dispararía. Me doy cuenta de que espero con impaciencia ese momento.

Me resulta fácil seguir la dirección por la que vine, gracias a la senda de
destrucción que abrió mi cuerpo enloquecido a través del follaje.

En pocos minutos diviso un conejo y mato mi primera presa con el arco. Aunque no es uno de mis tiros limpios de siempre, lo acepto. Al cabo de una hora encuentro un arroyo poco profundo y ancho, más que suficiente para lo que necesito. El sol cae con fuerza, así que, mientras espero a que se purifique el agua, me quedo en ropa interior y me meto en la corriente.

Estoy mugrienta de pies a cabeza.
Intento echarme agua encima, pero al final acabo tumbándome en el agua unos minutos, dejando que lave el hollín, la sangre y la piel que ha empezado a desprenderse de las heridas. Después de enjuagar la ropa y colgarla en unos arbustos para que se seque, me siento en la orilla durante un rato y me desenredo el pelo conlos dedos.

Recupero el apetito, y me como una galleta y una tira de cecina. Después
le limpio la sangre a mis armas plateadas con un poco de musgo.
Más fresca, me vuelvo a tratar las quemaduras, dejo el pelo suelto y me pongo la ropa mojada sé que el sol la secará rápidamente.

Tributos Del Capitolio [Petta Mellark Y Tú ]Where stories live. Discover now