Capítulo 30

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Es un viaje tan corto que no tenemos tiempo para conversaciones, pero, cuando Peeta me toma de la mano, no la retiro.

Puede que no me hiciera caso anoche, pero en el entrenamiento tenemos que parecer un equipo inseparable.

Effie no tendría que haberse preocupado por que fuésemos los últimos, ya que sólo vemos a Brutus y a la mujer del Distrito 2, Enobaria.

Enobaria aparenta unos treinta años y lo único que recuerdo de ella es que mató a otro tributo en un combate cuerpo a cuerpo desgarrándole el cuello a mordiscos.

A las diez sólo han aparecido la mitad de los tributos. Atala, la mujer que se encarga del entrenamiento, empieza su discurso a la hora en punto, sin dejar que la pobre asistencia la desaliente.

Quizá ya se lo esperaba me siento algo aliviada, porque eso significa que hay doce personas con las que no tendré que fingir llevarme bien.

Le digo a Peeta que nos dividamos para cubrir más terreno. Cuando se
va para tirar lanzas con Brutus y Chaff, me dirijo al puesto de los nudos

Casi nadie se molesta en visitarlo, pero a mí me gusta el entrenador y él
me recuerda con cariño, quizá porque pase algún tiempo con él el año pasado.

Está claro que tomó nota de mis trampas en la arena el año pasado y ahora me ve como una alumna avanzada, así que le pido que repase conmigo todos los nudos que pudieran resultarme útiles y unos cuantos que, probablemente, nunca
usaré.

No me importaría pasar la mañana a solas con él, pero, al cabo de una hora y media, alguien me rodea con sus brazos por detrás y termina con facilidad el complicado nudo con el que había estado luchando.

Es Finnick, por supuesto, que parece haber pasado la infancia blandiendo
tridentes y haciendo nudos en cuerdas para fabricar redes.

Lo observó durante un minuto mientras él selecciona un trozo de cuerda, hace un nudo y finge colgarse para divertirme

Pongo los ojos en blanco y me voy a otro puesto vacío en el que se puede aprender a encender fogatas. Ya sé hacer unas hogueras excelentes, pero sigo dependiendo mucho de las cerillas, así que el entrenador me hace trabajar con pedernal, acero y tela achicharrada.

Es mucho más facil encender un fuego levanto la mirada con una sonrisa
triunfal y descubro que tengo compañía.

Los dos tributos del Distrito 3 están a mi lado, intentando encender un fuego decente con cerillas. Pienso en largarme.

Sin embargo, lo que de verdad quiero es probar de nuevo el pedernal y, si tengo que decirle a Haymitch que he intentado hacer amigos, estos dos podrían ser una elección soportable.

Los dos son bajos y tienen piel ceniza y pelo negro. La mujer, Wiress, debe de ser de la edad de mi madre y habla con una voz tranquila e inteligente. Sin embargo, me doy cuenta en seguida de que tiene la costumbre de dejar las palabras sin terminar a mitad de la frase, como si se le olvidase que tiene compañía.

Beetee, el hombre, es mayor y algo nervioso. Lleva gafas, aunque se pasa mucho tiempo mirando por encima de ellas. Son los dos un poco extraños, pero estoy casi segura de que ninguno va a intentar hacerme sentir incómoda desnudándose.

Echo un vistazo a mi alrededor Peeta está en el centro de un círculo de desvergonzados lanzadores de cuchillos los adictos a la morflina del
Distrito 6 están en el puesto de camuflaje, pintándose la cara el uno al otro con remolinos de rosa chillón.

El hombre del Distrito 5 está vomitando vino sobre el suelo del puesto de combate con espada.

Finnick y la anciana de su distrito están en el puesto de arco. Johanna Mason vuelve a estar desnuda, untándose aceite para una lección de lucha libre.

Tributos Del Capitolio [Petta Mellark Y Tú ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora