Capítulo 33

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-Damas y caballeros, ¡que empiecen los Septuagésimo Quintos Juegos
del Hambre! ¡Y que la suerte esté siempre de su lado!

La voz de Claudius Templesmith, el presentador de los Juegos del Hambre, me retumba en los oídos.

Tengo menos de un minuto para recuperarme, después sonará el gong y los tributos podrán salir como quieran de sus plataformas metálicas.

Pero ¿para ir adonde? No pienso con claridad, porque la imagen de Cinna golpeado y ensangrentado me consume.

¿Dónde estará ahora? ¿Qué le estarán haciendo? ¿Lo torturarán? ¿Lo matarán? ¿Lo convertirán en un avox?

Está claro que el ataque se preparó para desestabilizarme. Y lo han conseguido.

Lo único que deseo es dejarme caer sobre la placa metálica, pero no puedo hacer eso después de lo que acabo de presenciar. Debo ser fuerte, se lo debo a Cinna, que lo ha arriesgado todo al desautorizar al presidente Snow y convertir mi vestido de novia en un plumaje de sinsajo.

«¿Dónde estás?» Todavía no entiendo el paisaje que me rodea

«¿¡Dónde estás!?», me exijo y, poco a poco, vuelvo a centrarme agua, azul, cielo rosa, sol ardiente calentándolo todo.

Vale, ahí está la Cornucopia, el reluciente cuerno de metal dorado, a unos cuarenta metros.

Al principio me parece que está sobre una isla circular, pero, al examinarlo mejor, veo las delgadas tiras de tierra firme que salen del círculo como los rayos de una rueda. Creo que son de diez a doce, y parecen equidistantes entre sí.

Entre los rayos, todo es agua, agua y un par de tributos

Eso es, entonces: hay doce rayos, cada uno con dos tributos entre ellos, sobre sus plataformas de metal.

Más allá del agua, dondequiera que mire, veo una playa estrecha y después densa vegetación. Examino el círculo de tributos en busca de Peeta, pero la Cornucopia debe de tapármelo

Me llevo a la nariz un poco de agua y la huelo. Después me meto la punta del dedo mojado en la boca como sospechaba, es agua salada, como las olas que Peeta y yo nos encontramos en nuestra breve gira por la playa del Distrito 4. Sin embargo, al menos parece limpia

No hay barcas, ni cuerdas, ni siquiera trozos de madera flotante a los que agarrarse. No, sólo hay una forma de llegar a la Cornucopia

Cuando suena el gong, me tiro al agua de mi izquierda sin vacilar

Pese a que no estoy acostumbrada a nadar distancias tan largas y que hacerlo sobre las olas requiere más habilidad que en el tranquilo lago de casa, curiosamente, mi cuerpo me resulta muy ligero, así que recorro el agua sin esfuerzo.

Quizá sea la sal. Me pongo en pie, chorreando, en la franja de tierra y corro por la arena hacia la Cornucopia.

No veo que nadie más salga por mi lado, aunque el cuerpo de oro me tapa buena parte de la vista. En cualquier caso, no dejo que la posibilidad de la presencia de enemigos me frene.

Ahora pienso como una profesional, y lo primero que quiero es encontrar un arma

El año pasado, los suministros estaban esparcidos alrededor de la Cornucopia a bastante distancia incluso, y los más valiosos eran los más cercanos al cuerno

Sin embargo, este año el botín parece acumulado en la entrada, que mide unos seis metros de alto. Localizo rápidamente un arco dorado a mi alcance y tiro de él

Tengo a alguien detrás. No sé qué me pone en alerta, si un suave movimiento de la arena o un cambio en las corrientes de aire, pero saco
una flecha del carcaj que sigue encajado en la pila y armo el arco mientras me vuelvo

Tributos Del Capitolio [Petta Mellark Y Tú ]Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon