Capítulo 10

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Decidida a seguir hasta la noche, camino hasta que me tropiezo yo sola.
Agotada, me subo a un árbol y me ato a él me acurruco en el saco de dormir y me agarro a la botella de agua como si me fuera la vida en ello, ya que, de hecho, así es.

Unas cuantas horas después me despierta una estampida. Miro a mi alrededor, desconcertada. Todavía no ha amanecido, pero mis maltrechos ojos lo ven sería difícil pasar por alto la pared de fuego que desciende sobre mí

Mi primer impulso es bajar corriendo del árbol, pero estoy atada con el cinturón.

No hay tiempo para empaquetar nada. Por suerte, ya tengo la mochila y la botella dentro del saco, así que meto el cinturón, me cuelgo el saco al hombro y huyo

El mundo se ha transformado en un infierno de llamas y humo. Las ramas ardiendo caen de los árboles convertidas en lluvias de chispas a mis pies.

El calor es horrible, pero lo peor es el humo que amenaza con ahogarme en cualquier momento. Me subo la camisa para taparme la nariz y me alegro de que esté mojada de sudor, ya que eso me ofrece una pequeña protección. Y sigo corriendo, ahogándome, con el saco dándome botes en la espalda y la cara llena de cortes por las ramas que se materializan delante de mí sin avisar, surgidas de la niebla gris, porque se supone que tengo que correr.

Esto no ha sido una hoguera que se le haya descontrolado a un tributo, ni tampoco un suceso accidental las llamas que me acechan tienen una altura antinatural, una uniformidad que las delata como artificiales, creadas por humanos, creadas por los Vigilantes. Hoy ha estado todo demasiado tranquilo no ha habido muertes y quizá ni siquiera peleas, así que la audiencia del Capitolio empezaba a aletargarse y a comentar que estos juegos resultaban casi aburridos. Y los Juegos del Hambre no pueden ser aburridos

Salto por encima de un tronco ardiendo, pero no salto lo suficiente mis músculos reaccionan, aunque esta vez no son lo bastante rápidos y la bola de fuego cae al suelo junto a mí, no sin antes deslizarse por mi pantorrilla derecha me hace perder los nervios me retuerzo y retrocedo a gatas, chillando, intentando apartarme del horror.

Cuando por fin recupero el sentido común, hago rodar la pierna por el suelo, lo que sirve para apagarlo casi todo. Sin embargo, en ese momento, sin pensar, me arranco la tela que
queda con las manos desnudas.

Me siento en el suelo, a pocos metros del incendio que ha causado la bola. La pantorrilla me arde y tengo las manos llenas de ampollas rojas tiemblo demasiado para moverme. Si los Vigilantes quieren acabar conmigo, éste es el momento

Oigo la voz de Cinna, que me trae imágenes de telas lujosas y gemas
resplandecientes: «_____, la chica en llamas». Los Vigilantes deben de estar muertos de risa con esto.

El ataque ha terminado. Está claro que los Vigilantes no me quieren muerta, al menos todavía. Todos saben que podrían destruirnos en cuanto suena el gong, pero el verdadero entretenimiento de los juegos es ver cómo los tributos se matan entre ellos.

Estoy tan cansada que ni siquiera noto que me encuentro en el estanque hasta que el agua me llega a los tobillos

El agua viene del arroyo que sale de una grieta en las rocas y está fresca, así que meto las manos dentro y siento un alivio instantáneo. ¿No
es lo que siempre dice mi madre? ¿Qué el primer tratamiento para una quemadura es el agua fría? ¿Que así se absorbe el calor? Pero ella se refería a quemaduras leves,
como las de mis manos. ¿Qué pasa con la pantorrilla? Aunque todavía no he reunido el valor suficiente para examinarla, creo que se trata de una herida completamente distinta.

Me limpio la sangre y la ceniza de la cara

Casi me desmayo al ver la pantorrilla la carne está de un rojo brillante, cubierta de ampollas. Me obligo a respirar lenta y profundamente, segura de que las cámaras están emitiendo un primer plano de mi cara no puedo parecer débil si quiero
patrocinadores.

Tributos Del Capitolio [Petta Mellark Y Tú ]Where stories live. Discover now