Capítulo 31

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El efecto en los Vigilantes es inmediato y satisfactorio algunos dejan escapar grititos a otros se les caen las copas de vino, que se rompen musicalmente en el suelo dos parecen estar dándole vueltas a la idea de
desmayarse.

La conmoción es unánime.

Ahora sí he captado la atención de Plutarch Heavensbee, que me mira
fijamente mientras el zumo del melocotón que aplasta en la mano le corre por los dedos. Al final se aclara la garganta y dice

—Ya puede irse, señorita Everdeen.

Me despido con una respetuosa inclinación de cabeza, me vuelvo para marcharme y, en el último momento, no puedo resistir la tentación de tirar el contenedor de zumo de bayas por encima del hombro.

Oigo cómo el líquido cae sobre el muñeco y cómo se rompen dos copas más. Cuando las puertas del ascensor se cierran para sacarme de allí, compruebo que nadie se ha movido.

«Eso los ha sorprendido», pienso.

Estoy deseando encontrar a Haymitch para contarle lo de mi sesión, pero no hay nadie. Supongo que se estarán preparando para la cena, así que decido ir a darme una ducha, ya que tengo las manos manchadas de
zumo.

Mientras estoy bajo el agua empiezo a preguntarme si mi último truco habrá sido buena idea. La pregunta que ahora debería guiarme es:

¿ayudará a que Peeta siga vivo?

Indirectamente, mi actuación puede que no ayude. Lo que pasa en el entrenamiento es absolutamente secreto, lo que significa que no tiene sentido castigarme si nadie sabrá cuál era la infracción. De hecho, el año pasado me recompensaron por mi descaro

Sin embargo, el delito de hoy es diferente Si los Vigilantes se enfadan
conmigo y deciden castigarme en la arena, Peeta podría quedar atrapado
en el ataque.

Quizá haya sido demasiado impulsiva, pero... la verdad es que no me arrepiento

Cuando nos reunimos para la cena noto que las manos de Peeta todavía
están un poco teñidas de colores, aunque tiene el pelo húmedo de la
ducha.

Habrá fabricado algún tipo de camuflaje Una vez servida la sopa,
Haymitch va al grano y hace la pregunta que está en mente de todos:

—Bueno, ¿cómo les ha ido en las sesiones privadas?

Intercambio miradas con Peeta. Por algún motivo, no me apetece mucho contar lo que he hecho en la calma del comedor parece un acto muy radical.

—Tú primero —le digo a Peeta— Tiene que haber sido algo especial,
porque tuve que esperar cuarenta minutos para entrar

Peeta parece estar experimentando la misma desgana que yo

—Bueno, hice... hice lo del camuflaje, como me sugeriste, _____ — responde, vacilando— Aunque no del todo camuflaje. Es decir, usé los
tintes

—¿Para hacer qué? —pregunta Portia

Pienso en lo alterados que estaban los Vigilantes cuando entré en el gimnasio para mi sesión, en el olor a productos de limpieza, en la colchoneta tirada en el centro del gimnasio. ¿La pusieron para ocultar algo que no pudieron lavar?

—Pintaste algo, ¿verdad? Un cuadro.

—¿Lo viste?

—No, pero intentaron taparlo con todas sus fuerzas

—Bueno, es la norma, no pueden dejar que un tributo sepa lo que ha
hecho otro tributo —comenta Effie, tranquila— ¿Qué pintaste, Peeta? —
pregunta, algo llorosa— ¿Era un retrato de ______?

Tributos Del Capitolio [Petta Mellark Y Tú ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora