Capítulo 17

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—¿Qué les han hecho? —pregunta Peeta al reconocerlos, horrorizado—¿Crees... crees que son sus ojos de verdad?

Antes de poder decir nada, los mutos inician un nuevo asalto al cuerno. Se han dividido en dos grupos en los laterales y están usando sus fuertes patas traseras para lanzarse sobre nosotros. Un par de dientes se cierran a pocos centímetros de mi mano y oigo gritar a Peeta siento el tirón de su cuerpo, el peso de chico y mutó arrastrándome hacia el borde.

De no ser por mi brazo, él habría acabado en el suelo, pero, tal como está la cosa, necesito toda mi fuerza para mantenernos a los dos en el
extremo curvo del cuerno; y vienen más tributos

—¡Mátalo, Peeta, mátalo! —le grito y, aunque no veo qué pasa exactamente, sé que tiene que haber atravesado a la criatura, porque no tiran tanto de mí.

Logro subirlo de nuevo al cuerno y nos arrastramos a la parte alta, donde nos espera el menos malo de nuestros problemas.

Voy a volverme para enfrentarme a Cato cuando alguien aparta a Peeta de mi lado; estoy convencida de que la manada lo ha tomado, hasta que su sangre me salpica la cara.

Cato está delante de mí, casi al borde del cuerno, y tiene a Peeta agarrado con una llave por el cuello, ahogándolo

Peeta araña el brazo de Cato, pero sin fuerzas, porque no sabe si es más importante respirar o intentar cortar la sangre que le sale del agujero que una de las criaturas le ha abierto en la pantorrilla

Apunto con una de mis últimas dos flechas a la cabeza de Cato, sabiendo que no tendría ningún efecto ni en el tronco ni en las extremidades; ahora veo que lleva encima una malla ajustada de color carne, algún tipo de armadura de gran calidad del Capitolio.

¿Era eso lo que contenía su mochila en el banquete? ¿Una armadura
para defenderse de mis flechas? Bueno, pues se les olvidó incluir una máscara blindada

—Dispárame y él se cae conmigo —dice Cato, riéndose

Tiene razón, si lo derribo y cae sobre los mutos, Peeta morirá con él. Estamos en tablas: no puedo disparar a Cato sin matar también a Peeta; él no puede matar a Peeta sin ganarse una flecha en el cerebro. Nos quedamos quietos como estatuas,
buscando una salida

Tengo los músculos tan tensos que podrían saltar en cualquier momento y los dientes tan apretados que podrían romperse. Las criaturas guardan silencio y lo único que oigo es la sangre que me late en la oreja buena

A Peeta se le ponen los labios azules si no hago algo pronto, morirá ahogado y lo perderé, y entonces Cato usará su cadáver como arma contra mí. De hecho, estoy segura de que ése es el plan de Cato, porque, aunque ha dejado de reírse, esboza una
sonrisa triunfal.

Como si se tratase de un último esfuerzo, Peeta levanta los dedos, que chorrean sangre, hacia el brazo de Cato. En vez de intentar liberarse, desvía el índice y dibuja una equis en el dorso de la mano de Cato. El otro se da cuenta de lo que significa un segundo después que yo, lo sé por la forma en que pierde la sonrisa.

Sin embargo, llega tarde por un segundo, porque, para entonces, ya le he atravesado la mano con la flecha. Grita y suelta a Peeta, que se lanza sobre él. Durante un horrible instante me da la impresión de que ambos caerán al suelo salto y tomó a Peeta justo antes de que Cato se resbale sobre el cuerno lleno de sangre y acabe en el llano.

Oímos el golpe, el aire al salirle del cuerpo con el impacto y el ruido del ataque de las criaturas. Peeta y yo nos abrazamos, esperando a que suene el cañonazo, esperando a que acabe la competencia, esperando a que nos liberen, pero no pasa nada, todavía no.

Tributos Del Capitolio [Petta Mellark Y Tú ]Where stories live. Discover now