Capítulo 19

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Canto todas y cada una de las notas de la canción. Algo dentro de mí se cierra y me quedo demasiado entumecida para sentir nada. Es como ver a unos completos desconocidos en otros Juegos del Hambre, aunque noto que omiten la parte en la que la cubrí de flores.

Claro, porque hasta eso apesta a rebelión

Las cosas mejoran para mí cuando anuncian que los dos tributos del mismo distrito pueden sobrevivir, y grito el nombre de Peeta y me tapo la boca. Si hasta el momento me había mostrado indiferente con él, a partir de ahí lo compenso al buscarlo, devolverle la salud con mis atenciones, ir al banquete a por la medicina y dispensar mis besos con mucha generosidad.

Veo los mutos y la muerte de Cato
desde un punto de vista objetivo sé que son tan horribles como siempre, pero, de nuevo, es como si le pasase a gente que no conozco

Entonces llega el momento de las bayas. Oigo que el público pide silencio no quieren perderse nada me siento llena de gratitud hacia los realizadores cuando veo que no acaban con el anuncio de nuestra victoria, sino conmigo aporreando la puerta de cristal del aerodeslizador, gritando el nombre de Peeta mientras intentan reanimarlo

En términos de supervivencia, es mi mejor momento de toda la noche

Vuelve a sonar el himno y nos levantamos cuando el presidente Snow en persona sale a escena, seguido de una niñita con el cojín que sostiene la corona.

Sin embargo, sólo hay una corona, y se nota la perplejidad de la multitud hasta que el presidente Snow la gira y la divide en dos.

La primera mitad la coloca sobre la frente de Peeta con una sonrisa sigue sonriendo cuando me coloca la segunda, pero en sus ojos, que están a pocos centímetros de los míos, veo que será implacable como una serpiente

Entonces sé que, aunque los dos nos hubiésemos comido las bayas, soy yo la culpable, porque yo tuve la idea soy la instigadora, la que debe recibir el castigo

Después hay muchas reverencias y vítores. Tengo el brazo a punto de caérseme de tanto saludar cuando Caesar Flickerman por fin se despide de los espectadores y les recuerda que vuelvan mañana para las últimas entrevistas.

Como si les quedase alternativa

A Peeta y a mí nos llevan a la mansión del presidente para el banquete de la
victoria, donde tenemos muy poco tiempo para comer mientras los funcionarios del Capitolio y los patrocinadores más generosos se pelean por hacerse una foto con
nosotros.

Por nuestro lado pasa una cara sonriente tras otra, cada vez más borrachas conforme avanza la noche. De vez en cuando le echo un vistazo a Haymitch, que resulta reconfortante, o al presidente Snow, que resulta aterrador, pero sigo riendo, dando las gracias a todos y sonriendo para que me hagan fotos.

Lo único que no hago ni un momento es soltar la mano de Peeta

El sol empieza a asomar por el horizonte cuando volvemos muy despacio a la duodécima planta del Centro de Entrenamiento.

Creía que por fin podría hablar a solas con Peeta, pero Haymitch le dice que vaya a ver a Portia para escoger algo
apropiado para la entrevista y me acompaña en persona hasta mi puerta

—¿Por qué no puedo hablar con él? —le pregunto

—Tendrás mucho tiempo para hablar cuando volvamos a casa. Vete a la cama Saldrás en la tele a las dos.

A pesar de las continuas interferencias de Haymitch, estoy decidida a ver a Peeta en privado.

Después de dar vueltas en la cama durante unas cuantas horas, salgo al
pasillo. Lo primero que pienso es mirar en el tejado, pero está vacío.

Tributos Del Capitolio [Petta Mellark Y Tú ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora