Capítulo 25

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—Peeta, si te pidiera que huyeses del distrito conmigo, ¿lo harías?

Peeta me sujeta del brazo y me detiene no necesita verme la cara para saber que hablo en serio.

—Depende de por qué me lo pidas

—No convencí al presidente Snow al parecer nuestro amor no le parece lo suficiente hay un levantamiento en el Distrito 8. Tenemos que salir de aquí.

—¿Por «tenemos» te refieres sólo a nosotros dos? No ¿Quién más vendría?

—Mi familia, la tuya, si quiere venir; Haymitch, quizá

—¿Y Gale?

—No lo sé. Puede que tenga otros planes —respondo

Peeta sacude la cabeza y esboza una sonrisa triste

—Ya me imagino. Claro, ______, iré.

—¿Sí? —pregunto, con una chispa de esperanza

—Sí, pero estoy convencido de que tú no

—Entonces es que no me conoces —protesto, apartando el brazo dándole un corto beso — Prepárate, podría ser en cualquier momento

Sigo caminando y él me sigue dos pasos por detrás

—_______ —me llama, pero no me paro. Si cree que es una mala idea no
quiero saberlo, porque es la única que tengo—. ______, espera. —Le doy
una patada a un trozo de nieve helada y sucia del sendero, y dejo que me
alcance.

El polvo de carbón hace que todo parezca especialmente feo

— Iré, de verdad, si tú quieres. Sólo digo que sería mejor hablarlo primero con Haymitch, asegurarnos de que no empeoraríamos las cosas para todos —Levanta la cabeza—. ¿Qué es eso?

Levanto la barbilla. Estaba tan absorta en mis preocupaciones que no me había dado cuenta del extraño ruido que salía de la plaza. Era un
silbido, el sonido de un impacto, una multitud ahogando un grito

—Vamos —dice Peeta, muy serio. No sé por qué, no consigo ubicar el ruido, ni siquiera imaginarme la situación. Sin embargo, es algo muy malo para él

Cuando llegamos a la plaza, está claro que pasa algo, aunque hay demasiada gente para verlo. Peeta se sube a una caja que está apoyada en la pared de la tienda de golosinas y me da la mano mientras examina la plaza. Cuando estoy medio subida, de repente me impide seguir

—Baja, ¡sal de aquí! —me susurra, aunque con mucha energía

—¿Qué? —pregunto, intentando subir como sea

—¡Vete a casa, ______! ¡Te juro que estaré allí en un minuto!

Sea lo que sea, debe de ser terrible.

Me libro de su mano y empiezo a
abrirme paso entre la multitud. La gente me ve, me reconoce y se asusta
mucho; todos me empujan para que retroceda, susurran.

—Sal de aquí, chica.

—Lo vas a empeorar.

—¿Qué quieres? ¿Que lo maten?

Sin embargo, en estos momentos me late el corazón tan deprisa y con tanta fuerza que apenas los oigo. Sólo sé que, sea lo que sea lo que me espera en el centro de la plaza, tiene que ver conmigo.

Cuando por fin consigo llegar al centro me doy cuenta de que estaba en lo cierto, de que Peeta estaba en lo cierto y de que aquellas voces también estaban en lo cierto

Las muñecas de Gale están atadas a un poste de madera y clavado por el cuello al mismo poste. Han tirado al suelo su chaqueta y tiene la camisa hecha trozos.

Tributos Del Capitolio [Petta Mellark Y Tú ]Où les histoires vivent. Découvrez maintenant