Capítulo 23

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—No lo sé, creo que me quita un poco el miedo de dormir por la noche o eso me digo, aunque no se van

—Quizá no lo hagan las de Haymitch no se han ido —A pesar de que Haymitch no lo diga, estoy segura de que por eso no le gusta dormir a
oscuras

—No, aunque yo prefiero despertarme con un pincel en la mano en vez de con un cuchillo —dice Peeta— ¿Así que los odias?

—Sí, pero son extraordinarios, de verdad —respondo, y lo son, sólo que
prefiero no seguir mirándolos—¿Quieres ver mi talento? Cinna ha hecho un gran trabajo con él considerando que solo soy buena cazando

—Después —contesta Peeta, entre risas — Venga, ya casi estamos en el
Distrito 11 Vamos a echar un vistazo.

Nos metemos en el último vagón del tren, donde hay sillas y sofás, y las ventanas traseras se introducen en el techo para dejarte viajar al aire libre
y observar mejor el paisaje.

Enormes campos abiertos con rebaños pastando. No tiene nada que ver con nuestro hogar, lleno de árboles

Frenamos un poco cuando creo que se trata de otra parada, veo una valla
que se eleva delante de nosotros.

Tiene al menos diez metros de altura y está rematada con crueles bucles de alambre de espino, lo que hace que
nuestra alambrada del Distrito 12 parezca infantil. Examinó rápidamente la base, que está cubierta de enormes placas metálicas.

De allí no se podría salir a hurtadillas para cazar. Entonces veo las torres de vigilancia colocadas a intervalos regulares y custodiadas por guardias armados, completamente fuera de lugar entre los campos de flores silvestres que las rodean

—Esto sí que es nuevo —comenta Peeta

Por lo que me había contado Rue, ya me imaginaba que las reglas del Distrito 11 se aplicaban con más severidad, pero no estaba preparada
para aquello

Empezamos a ver los cultivos, que se extienden hasta el horizonte Hombres, mujeres y niños con sombreros de paja para protegerse del sol se levantan, miran hacia nosotros y se toman un momento para estirar la espalda mientras el tren pasa junto a ellos.

Veo huertos a lo lejos y me pregunto si allí será donde trabajaba Rue recolectando fruta de las ramas más frágiles y altas de los árboles

Pequeñas comunidades de chozas salpican el paisaje, aunque están todas vacías deben de necesitar todas las manos disponibles para la recolección

No se acaba nunca, el tamaño del Distrito 11 me parece increíble

—¿Cuánta gente crees que vive aquí? —me pregunta Peeta.

Sacudo la cabeza. En el colegio dicen que es un distrito grande, nada más; no dan cifras exactas sobre la población.

Cuando Effie viene para decirnos que nos vistamos, no pongo objeciones.

Me voy a mi compartimento y dejo que el equipo de preparación me peine y maquille. Cinna llega con un bonito vestido naranja con hojas de otoño pintadas. Pienso en lo mucho que le gustará el color a Peeta y no puedo evitar sonreír

Effie nos reúne a los dos y repasa con nosotros el programa del día una última vez.

En algunos distritos, los vencedores recorren la ciudad en desfile y los residentes los vitorean, pero en el 11 las apariciones públicas se limitan a la plaza.

Se celebra delante de su Edificio de Justicia, una enorme estructura de mármol

Aunque en el pasado debió de ser una belleza, el tiempo le ha pasado factura e, incluso en la televisión, se ven las enredaderas que se adueñan de la fachada rota y el hundimiento del tejado.

Tributos Del Capitolio [Petta Mellark Y Tú ]Where stories live. Discover now