Capítulo 35: Batalla en el Castillo de Hielo

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   No pasaban de las cuatro de la tarde y sin pensarlo dos veces Sora llevó a sus muchachos a la pista de patinaje sobre hielo más cercana que era la conocida Castillo Sobre la Nieve en donde sus patinadores más famosos solían practicar.
Los seleccionados rusos estaban impacientes al igual que Gabrielle, dado que deseaban ver esa competencia amistosa entre sus dos compañeras, principalmente para ver si realmente eran tan buenas como se decía. Para ellos era algo intrigante pues si bien ya sabían, hasta cierto punto, la calidad acrobática de cada una, sin saber, tampoco, al ciento por ciento sus capacidades pues nunca habían visto a Tanya actuar al cien por ciento y de Katya todo era siempre incertidumbre o dudas de hasta qué punto una novata podría ser efectiva en el mundo acrobático. No obstante, esa era la primera vez que las escuchaban hablar tan determinadas y seguras de sí mismas y fue por eso que la duda los atrapó.

Pasados treinta minutos llegaron a la pista. Cabe señalar que, para todo eso, previo a dirigirse a ese lugar Sora pidió a Gabrielle arreglara todo para que la pista estuviera vacía y disponible únicamente para el equipo ruso y tras algunos convenios todo quedó arreglado.

Al entrar observaron con detenimiento cada detalle de como estaba construido aquel complejo. Era bello, grande, acristalado; con tiendas, cine, restaurantes y todo lo necesario para pasar un buen rato si no deseas patinar y para los patinadores era el lugar idóneo para llevar a cabo competencias de alta envergadura, de nivel mundial y olímpico. De verdad era un sitio en demasía moderno.

Sora les dijo a sus alumnos que si gustaban podían patinar un momento en lo que sus compañeras se preparaban para hacer su breve competencia interna y amistosa. Los seleccionados optaron por no hacerlo pues lo que deseaban era ver a sus amigas en acción ya que a eso habían ido. Fue entonces que la 'Zarina' le dijo tanto a su hija como a Tanya que se preparan y eso hicieron. Ambas fueron a los vestidores para ponerse cómodas, colocarse su ropa deportiva y patines.
Los encargados de aquel recinto ofrecieron patines de alto calibre, muy buenos para ejecutar cualquier rutina compleja, Tanya los aceptó y escogió los que le parecieron más indicados para la situación, sin embargo Katya no hizo lo propio, ella observó a detalle cada par de patines, los revisaba minuciosamente y ninguno le pareció acorde a sus necesidades, por lo que llamó a Gabrielle para preguntarle si de casualidad había traído su maleta; una maleta que, desde hacía ya tiempo, siempre cargaba con ella.
Gabrielle asintió y mientras iba por dicha maleta se cruzó con Alexia y Sora, quienes estaban sentadas en unas bancas muy bonitas (de esas que uno se encuentra en todo centro comercial y que sirven, obviamente, para descansar o esperar cuando van de compras a sitios similares) mientras tomaban una soda y al verla no dudaron en preguntarle que a dónde se dirigía. En cuanto ella les dijo que iba por la maleta de Katya, Sora se puso de pie mirando fija y directamente a Gabrielle, asombrada, efectivamente, asombrada por lo que había escuchado.

Gabrielle llevó la maleta a su destinataria y después regresó hasta donde estaba Sora dejando solas a las dos patinadoras.

—¿Qué traes en esa maleta, si se puede saber? —Preguntó Tanya.

—Es mi equipo de patinaje. Nunca salgo sin él porque en mis ratos libres, cuando nadie me ve o encuentro un momento adecuado y hay pistas o zonas congeladas, sabes que en Rusia suele ser muy común eso por lo largo de nuestro invierno, y patino, entreno para no perder el ritmo y la práctica. En resumen, es mi equipo de entrenamiento y mis inseparables patines; sin ellos no soy la misma sobre la pista, llámame loca, pero es un ritual que tengo, no puedo separarme o mejor dicho no debo separarme de ellos ni un segundo.

Ekaterina sacó de su maleta unos hermosos y brillantes patines de color blanco con incrustaciones de diamante en toda la bota. Las cuchillas eran en verdad finas, ligeras y brillaban como si el material estuviera hecho de oro, se miraban realmente ostentosos, aunque ya algo desgastados, se notaba que les daba un uso constante.
Tatiyana miraba con detenimiento cada detalle que hacía Katya y notó una cosa que le pareció muy particular y fue que Ekaterina había cambiado su semblante al tomar sus patines; su rostro era otro, le brillaban los ojos, era un brillo hermoso, denotaba seguridad, libertad, soltura, cosa que no mostraba cuando estaba como acróbata y comenzó a comprender muchas cosas.

Kaleido Star: El resplandor de una estrellaWhere stories live. Discover now