Capítulo 40: Secretos por fin revelados

60 18 17
                                    


Trece años atrás:

Sora se encontraba en los Estados Unidos de Norte América visitando a sus amigos del Escenario Kaleido junto a su pequeño hijo Junichi Maksimovich Naegino; quien recién había cumplido tres años de edad. Todo estaba tranquilo en aquellos lares. Pasaron varios días disfrutando de la bahía de aquel lugar, saludando a viejos conocidos como lo eran Kalos, Yuri Killian, Sarah, Marion etcétera. Ellos iban a presentar una obra esa noche, nada fuera de lo normal y Sora, junto a su hijo, irán a verlos actuar.

Al llegar la noche todo comenzó de forma habitual, el pequeño hijo de Sora disfrutaba tranquilamente a lado de su madre lo que estaban presentando. Sin embargo, pasados los minutos ocurrió algo impensable.

Lamentablemente, a minutos de terminar la obra, un grupo de locos, aproximadamente cinco sujetos, se levantaron de sus asientos y bajaron a la pista. Uno de ellos, el líder, simplemente dijo que toda obra perfecta siempre termina en tragedia y que era el tiempo para que Kaleido volviera a ser foco de atención a nivel mundial y para lograr eso alguien debería morir esa noche, pues aparte de todo él cobraría venganza en contra de Sora Naegino acabando con el escenario que ella decía amar, pero que abandonó sin remordimiento alguno. Aquel sujeto y sus acompañantes, sacaron, de entre su ropa interior, pistolas que escondieron y cubrieron muy bien para que no fueran detectadas antes de entrar a Kaleido.

Tras dicho acto el líder se apresuró para sujetar al hijo de Sora y amenazar a la susodicha con matarlo si no le daba una cierta cantidad de dinero, argumentando que su hermana menor siempre fue fan de Sora y al irse ella de Kaleido, se sintió traicionada, herida y se suicidó. En resumen, era el típico caso de una o un fan extremista y por consiguiente su hermano culpaba a Sora por todo; ante lo cual, en su mente retorcida, deseaba ser indemnizado.

Todo era tensión absoluta, sin embargo, a Sora se le miraba relativamente tranquila a pesar de que los minutos transcurrían ella no se inmutaba, cosa que despertó la inquietud de sus amigos. Ella estaba a escasos diez metros del hombre que tenía a su hijo de tres años cargándolo mientras le apuntaba con su pistola en la cabeza, pero Sora seguía tranquila e incluso esbozando una sonrisa burlona lo que provocó en el maleante mucha inquietud.

—¿Acaso estás loca? —preguntó el criminal—. ¡Estoy por matar a tu hijo y tú ni te inmutas! ¡Incluso te burlas! Bien, si así lo deseas entonces lo mataré.

En ese momento Sora habló.

—Hijo, escucha a mamá, cierra tus ojos y no los abras para nada hasta que mamá te lo ordene y no te asustes, ¿de acuerdo?

El niño obedeció e hizo lo que su madre le dijo ante el asombro de Kalos, Layla y compañía que no entendían nada de lo que pasaba. En ese preciso momento, antes de que el delincuente jalara del gatillo un disparo desde las alturas del escenario le dio en plena cabeza a él y a sus complices cayendo muertos uno a uno sin causar un daño mayor a nadie. Después de eso, ganchos con cables de tensión se dispararon desde arriba del escenario de donde se descolgaron quince hombres, parecían agentes especiales, guardaespaldas o algo parecido. Era claro que se trataba de francotiradores altamente entrenados y que estaban al servicio de Sora.

—Señora Naegino, ¿todo en orden? —preguntó el jefe de dicho grupo, hombre de dos metros de altura, rostro serio, cuerpo fornido, piel blanca y ojos azules, vestido todo de negro, quien se presentó como el comandante Petrovich.

—Todo en orden Petrovich, mil gracias por salvar la vida de mi hijo, otra vez y por protegernos en todo momento y a cada lugar al que vamos.

—No tiene nada que agradecer 'Zarina', para mis compañeros y para mí siempre será un honor servirla. El Estado ruso nos eligió para resguardarla en todo momento pues usted y su familia son muy apreciados e importantes en nuestro país y por ende hemos de protegerlos así como lo hacemos con otros iconos de nuestra nación; pero en su caso es más importante porque todos nosotros la admiramos y adoramos al ser esa figura especial y, digamos, angelical que le ha dado a nuestras familias, a nosotros mismos en la juventud y a nuestros hijos, ese mensaje de que nuestros sueños, por difíciles que sean, siempre nos ayudaran a volar y ese mensaje de paz y fraternidad lo llevamos grabado en nuestra mente y es un lema que utilizamos en nuestro grupo o batallón. Por eso nosotros estamos felices de que un pequeño grupo de nuestras fuerzas especiales (Spetsnaz) estén a su servicio y, como lo dije antes, la cuidaremos por siempre.

Kaleido Star: El resplandor de una estrellaWhere stories live. Discover now