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El sol brillaba y los pájaros cantaban, era una mañana realmente preciosa, me encontraba sentada en el pasto disfrutando el aire fresco y la calidez que brindaba el sol sobre mi piel, era una sensación de la que fui privada por mucho tiempo y poder volver a disfrutar de esto era simplemente maravilloso.

- Debes entrar, ya está todo listo - al verlo directamente a la cara a plena luz del día pude apreciar lo mucho que ha cambiado, tiene un aspecto mucho más adulto y frío de como lo recordaba.

- No quiero - hice un puchero, en verdad quería seguir ahí, él me miró con enojo y me levantó de un brazo de manera brusca.

- No me interesa, entra ahí y has lo que te digo - me metió de un tirón a la cabaña.

Una vez adentro  un montón de muchachas me rodearon y comenzaron a arreglarme, me lavaron, cortaron y peinaron mi cabello, incluso me vistieron con hermosas ropas. Era extraño recibir tanta atención. Mientras me ayudan a lavarme pude ver como miraban con asombro y algo de ¿Pena? Los grandes moretones que tenía a cada lado de mi cintura en mis costillas, a la mitad de la espalda y espalda baja, eran las marcas de la camisa de fuerza que contenía mi poder bloqueado.

Aún así cuando las chicas terminaron sentía hermosa y muy cómoda, a pesar de todo ellas fueron amables conmigo, lo mejor era que ninguna sentía miedo de mi.

- Señorita aquí tiene un espejo, si algo no le gusta podemos arreglarlo - una de las chicas me entrego el espejo. La última vez que vi mi rostro aún era una niña, recibí el espejo con algo de miedo, al verme reflejada en el lo primero que note fue que uno de mis ojos había perdido su color y se encontraba gris, eso me dejó una extraña sensación.

- ¿Hay algún problema señorita? - me interrogó otra muchacha mirándome preocupada, yo le regalé una cálida y  sincera sonrisa para luego negar con la cabeza.

Ellas salieron de la habitación y yo me quedé ahí pensado. Me habían hecho un  medio moño que tenía a modo de decoración tenía una llama metálica, me habían vestido con un hermoso kimono blanco el cual tenía unas bellas flores rojas y amarillas, simbolizando el fuego, también me habían hecho un sutil maquillaje, pero ninguno de esos bellos adornos lograba ocultar, mis ojeras, mi extrana palidez por falta de sol, mi fría y dura expresión.

- Es hora de irnos - dijo abriendo bruscamente la puerta, me hizo dar un brinco del susto - Te ves preciosa - se detuvo a mirarme de pies a cabeza, inspeccionado cada parte de mí, como si buscara algo o a alguien, eso fue  bastante incómodo, me sentía como una indefensa presa, pero no lo demostré.

- Pensé que necesitabas mi ayuda para encontrar algo importante - dije serenamente sentándome una de las sillas de la cabaña - y en vista de que aún no me has dicho que es lo que quieres encontrar, no logro comprender a donde vamos - añadí cruzando mis piernas.

- Vamos al palacio - me respondió con fastidio - ¿No es obvio? Debo presentarte como mi futura esposa - me puse en pie rápidamente para replicar, pero él astutamente continuo hablando - Creí que eras más lista, no puedo pasearte por ahí como si nada, eso levantaría muchas sospechas - dijo como si fuera muy obvio.

- Tienes razón - suspiré con pesadez, lo que me faltaba fingir sentimientos babosos por un ser horrible - pero no creas que me casaré contigo, antes prefiero morir.

- Eso lo podemos arreglar - Dijo con un tono espeluznante, mientras jugaba con aquel odioso trozo de metal entre sus dedos.

- No te atrevas a acercarme esa cosa de nuevo - dije desafiante mientras me paraba frente a él, por su parte rápidamente sujetó una de mi muñecas y puso el espantoso artefacto en mi cuello para luego tapar mi boca, de esa forma mi chillido no alertaría a nadie, ya que nadie lo oiría, me retorci nuevamente sintiendo un horrible dolor en todo mi cuerpo, como si una descarga eléctrica atravesara cada parte de mi ser.

Simplemente FuegoWhere stories live. Discover now