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Esperé en ese salón apenas unos minutos, el Rey no tardó en  llagar al lugar,  cuando lo hizo pasó por delante de mí y se sentó en su lugar sin siquiera dirigirme  la más mínima mirada. Esta definitivamente seria una noche larga y aburrida, pensé para mí misma con resignación. Observé cómo llegaban los invitados, al parecer está fiesta era en honor al oso mascota del Rey, al saber eso una leve sonrisa se formó en mi rostro, me parecía una razón bastante tierna he infantil para realizar un evento de tal magnitud como  este.

- ¿ Te gustan los osos ? - preguntó al fin, su voz sonaba llena de emoción, ahí fue cuando me di cuenta que aquel Rey no era más que un joven muchacho, lo cual lo explicaba todo.

- Me encantan - respondí en un susurro desanimado, mirando a todas esas personas elegantes, se veían muy  felices.

Me sentía amargada entre esa multitud, todos estaban felices y parecían ignorar que una guerra se estaba librando afuera de los enormes muros de esta ciudad, en su lugar, esas personas parecían divertirse genuinamente, por otra parte yo solo quería correr, no estaba feliz ni divertida, me sentía simplemente amarga y vacía. Sabía que él poco equilibrio que quedaba en este mundo estaba por fracturarse por completo, pero a nadie en ese lugar parecía importarle, la ignorancia les da tranquilidad pensé con ironía.

Mientras tenía esa reflexión en mi mente, un par de invitados llamaron mi atención ¿ Acaso era el Avatar y su equipo? La esperanza llenó mi corazón, de pronto ya no me sentía tan vacía, tal vez Yato los encontró y los guío hasta aquí. Pude observar también que ellos intentaron acercarse al Rey a toda costa, lo cual me confundió ¿ Qué querían hablar con el  Rey? ¿ Por qué se les hacía imposible? Al observar con más atención puede notar que estaban desapareciendo uno a uno de la fiesta, lo cual fue muy extraño. Iba a levantarme y averiguar por mi misma lo que estaba pasando en este extraño lugar, pero una mano se pozo en mi hombro, impidiendo que me levantara.

- No vayas, puede ser peligroso - era la voz de Yato y sonaba preocupado, me miró a los ojos y luego al Rey, después de esa seña salió corriendo del lugar sin decir nada más. Entender lo que me trató de decirme fue difícil, pero luego de pensar por unos segundos logré comprender a que se refería, el Rey y su gente no tenían ni la menor idea de la guerra.

- Su excelencia - me paré frente al trono haciendo una reverencia en señal de respeto - Afuera de estos muros se lleva a cabo una terrible guerra - sus ojos se abrieron como platos, tenía una mirada atónita - la guerra de los 100 años ha devastado a tierra, la nación del fuego tiene colonias por todo su reino, está probablemente sea la última ciudad libre - hablé con respecto y sinceridad, pero también mucha preocupación. De un segundo a otro la preocupación se esfumó de su rostro y esbozó una sonrisa inocente acompañada de una sonora carcajada.

- Está vez si que lograron asustarme - habló riendo fuertemente- dile a Long Feng que ha ganado la apuesta - ¿Qué? - Casi me dan un infarto - continuo riendo - ¿Una guerra secreta? Como si eso fuera posible - añadio, está vez yo le miraba atónita.

- Tienes que creerme - había abandonado completamente mi tono de respeto hacia él - La nación del fuego consumirá todo a su paso, tú puedes ayudar a frenar la guerra - hablé con desesperación, lo que causó que él adoptara semblante serio, en sus ojos se formó un apicie de temor.

Sé que su ayuda es insignificante contra los espíritus, pero si lograra acabar con la guerra sería una gran ayuda y alivio para el mundo, para su equilibrio, a demás así ya solo quedaría una cosa por la cual preocupase.

Enterarme que la gente de Ba Sing Se no tenía conocimiento de la guerra me revolvió el estómago ¿Como han sido capaces de ignorar algo tan serio como una guerra? Era algo que simplemente no podía entender ¿Quién había sido tan cruel como para tratar de ocultar un hecho tan delicado como ese? Habían abandonado al resto del reino con tal de mantener a la gente de esta rica ciudad segura y contenta, esto era lo más egoísta que había escuchado durante mi estancia en este mundo y eso es mucho decir. Todas esas cosas me hicieron retroceder a mi pensamiento inicial, los humanos no son más que cucarachas traidoras y miserables.

Simplemente FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora