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- Quédate quieta - habló perdiendo la paciencia - necesito terminar de limpiar esa herida.

- Auch duele - di un quejido y moví mi pie involuntariamente por el dolor - no sabía que superas curar heridas - intenté hablarle para distraerme del dolor.

- Y yo no sabía que podías recibir  quemaduras - dijo con un tono burlón y una simpática sonrisa en su rostro - todos los días se aprende algo nuevo - se encogió de hombros.

- ¿Como aprendiste? - me dio una mirada con cara de perro viejo, mientras vendaba uno de mis pies.

- Llevo como 20 años en la armada, es obvio que se como curar heridas - apretó un poco la venda y yo me queje - aguanta, aún nos falta el otro pie.

Siguió contándome de su carrera militar al mismo tiempo que se encargaba de mi pie y yo daba quejidos de dolor, me contó que entró a la armada con 15 años, con solo 20 se había vuelto comandante, también que tomó varias ciudades del reino tierra, tenía una gran carrera militar, pero no sé veía orgulloso con eso, es más en su voz había mucha nostalgia, como si quisiera cambiar algo en su pasado.

- Ya estás lista - se veía satisfecho con el resultado, ya casi no dolia, palmeó mi muslo con suavidad y yo me puse de pie, al instante sentí dolor y volví a caer sobre la silla - Serás bruta - golpeó su frente con la palma de su mano - no puedes caminar hasta que eso sane - maravilloso, lo que me faltaba, ahora no puedo caminar pensé con fastidio.

- ¿Y como se supone que voy a moverme de un lugar a otro? - estaba realmente molesta - ¿Rodando por el piso? - rió fuerte.

- Claro que no, aunque eso sería muy gracioso de ver - hizo una pequeña pausa - yo podría cargarte - soltó sin más, se le notaba animado.

- Solo por que no puedo caminar - me crucé de brazos habiendo un puchero.

Luego del incidente en el templo del Avatar volvimos a un puerto de la armada de fuego, un puesto militar. En este lugar siempre hay alguien vigilandome, mirándome como se fuera una estúpida carga. Lo único bueno es que mis pies ya habían comenzado a sanar y podía dar unos cuantos pasos al día.

Estaba sentada debajo de la sombra de un gran árbol, era lo que más disfrutaba de no ir en un barco, sentarme en la vegetación a pensar, era algo que realmente me gustaba mucho, me hacía sentir en casa.

- ¿Tienes un momento? - abrí los ojos y le miré con una cálida sonrisa.

- ¿Qué necesitas? - pregunté con calma.

- ¿Por qué dejaste huir a Zuko? - preguntó con rabia en su voz.

- No quería que lo tomaras como prisionero - respondí seria, eso pareció molestarle aún más.

- TRAIDORA, DEBERÍA DEVOLVER A TU CELDA AHORA MISMO - le miré con terror, no quiero volver ahí - SABES BIEN QUE NECESITO CAPTURAR A ESE BASTARDO TAMBIÉN.

- NO HABLES ASÍ DE EL - respondí gritando igual que él - NO PERMITIRÉ QUE LE HAGAS DAÑO - él se agachó hasta quedar frente a frente- ¿CUÁL ES TU MALDITO PROBLEMA? - grite en su cara.

- Yo haré lo que sea necesario para conseguir lo que quiero - me tomó por el cabello y me levanto, eso dolió muchísimo - y no permite que nadie se interponga en mi camino - hizo una pausa - ni siquiera tú ¿ Te quedó claro? - me dejó caer como si fuera un costal de harina, fue humillante.

Le di una sonrisa llena de malicia, ya estaba arta de su manera de actuar, a veces como un caballero y otras como un maldito desgraciado - Mientras más cerca estes del trono y del poder - le hablé con rabia desde el piso- más te alejarás de lo que en verdad deseas - una expresión extraña se formó en su rostro, apretó sus ojos y se alejó unos pasos de mi para luego lanzar una enorme bola de fuego al cielo e irse.

Simplemente FuegoWhere stories live. Discover now