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Toda la noche fue una mierda, no pude
pegar el ojo. Y todo por el maldito de
Jaden.

No me lamentaba de nada, pero todo se
había complicado. Si quería ignorarlo,
ahora sería imposible. Pero la pregunta
detonante era ¿Cómo me trataría él?.

Se olvidaría del beso y seguiría como si nada o lo recordaría como yo lo hago.
No creo que Jaden sea de
"noviecitas", y yo tampoco tenía
relaciones serias, entonces, ¿qué era
lo nuestro? Ya había sobrepasado los
límites de un contrato.

Fue un milagro que el espejo no
estrellara al verme, pues aparte de
un moretón, había dos grandes bolsas
negras debajo de mis ojos.
Todo daba vueltas dentro de mí, nada
estaba bien. Solo me quedaba salir y
dar lo mejor de mí, como siempre.

Ya estaba lista para irme. Quería llegar
antes de lo normal, porque quería
hablar con Jaden.

Salí de mi edificio y me encaminé a
mi lugar de trabajo. La rutina era la
de siempre: Saludar al guardia de la
entrada, subir al ascensor, esperar que
se vacié, quedarme sola hasta mi piso y
finalmente saludar a Claudia.

 —Buenos días —saludé

 —Buenos días. ¿Qué te ha pasado? Ayer
no regresaste después de tu hora de
comida —dijo ella.

-Surgieron unos problemas personales
y tuve que irme antes- respondí. No
era mentira, pero tampoco era toda la
verdad..

 —¿Pero estas bien? —dijo ella preocupada

No

 —Si —respondí.

-El jefe ya está en su oficina-me avisó.

 —Muchas gracias—
Caminé hacia mi escritorio y deje mis
cosas. Me coloque enfrente de la puerta
de madera y tomé aire. Toqué dos
veces.

 —Adelante —dijo esa voz tan varonil.

Giré el pomo con toda la valentía
posible. Y ahí estaba él: Trabajando en
su computador, con un aire de poder y
esos labios.


¡Maldita sea! Esos labios habían sido
creados por los Dioses.

 —Elena —su voz me saco de mis
pensamientos  —Toma asiento —dijo él.
Obedecí y tome mi respectivo lugar.

 —Quiero hablar contigo— hablé. No te
eches para atrás ahora Elena.

 —Te escucho —respondió mirándome.

 —¿Qué haremos con lo que paso ayer?—
pregunté.
Una risa salió de su boca. ¿Se estaba
burlando?

 —Somos personas mayores Elena y no
hicimos nada malo —me dijo.

 —Pero eres mi jefe —comencé a alterarme —No voy a ser una cualquiera.

 —Y no lo eres. Nadie tiene porque
enterarse de esto.

Me intenté tranquilizar, pues si me
alteraba no resolveríamos nada.

 —Lo mejor es que nos alejemos y
hagamos como si nada —ofrecí

Mis ilusiones se derrumbaron. Él solo
me mantenía aquí por su maldita
herencia, y lo peor era que yo no podía
hacer nada.

No sabía que estaba sintiendo. Tristeza,
desilusión, enojo o dolor.

 —Bien —fue toda mi respuesta.
Un silencio incomodo se formó en la
habitación.

 —El trabajo que tienes que hacer se
encuentra sobre tu escritorio, y algunos
pendientes están en el computador —me ordenó él.

 —Está bien —dije levantándome de mi
asiento.





«Final del capitulo»



𝗾𝘂𝗲́𝗱𝗮𝘁𝗲,  𝗁𝗈𝗌𝗌𝗅𝖾𝗋Where stories live. Discover now