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Asomé la cabeza de la estación donde
me encontraba. Ya casi anochecía y por fin había llegado a mi destino.

Había transbordado varios autobuses, y no había comido nada. Solo un paquete
de galletas, pero mi estomago exigía
una comida decente.

Tomé mis dos maletas con ruedas y mi bolso y comencé a caminar a la salida, donde tomaría un taxi a casa de mis padres. Estaba muy nerviosa, no sabía cómo reaccionarían y que me dirían.

Por primera vez en cinco años iba a
dar la cara, pero no como la Elena que
se fue, sino como una mujer realizada
у fuerte. Si no me querían en su vida,
buscaría otra salida.

-¿A dónde la llevo, señorita?- preguntó
el joven taxista cuando me subí al
vehículo.

Le dije la dirección de mis padres y
comenzamos el trayecto. Ellos no vivían
muy lejos de ahí, pues en 10 minutos, ya estábamos en mi destino.

-Muchas gracias- dije extendiéndole el
billete.

Aquel joven me ayudo a bajar las
maletas del auto, y me dejo ahí.

Miré la pequeña casa color rosa. Se
vía exactamente igual que cuando me
había ido, igual de colorida, llena de
flores y llena de miles de recuerdos. Los ojos se me llenaron de lágrimas.

Tomé aire y me armé de valor.

Comencé a caminar hacia la puerta.
Pasos firmes, ya no me echaría para
atrás, pues había crecido como persona
y como mujer, ya no era la misma joven
de 18 años que había salido de esa
puerta, y que miro para atrás, viendo
como sus sueños y metas se caían
lentamente.

Di dos golpes a esa puerta. Nadie
respondió del otro lado. Volví a tocar y lo que oí después, me lleno el corazón.

-Ya van-gritaron del otro lado. La
voz de mi hermana sonaba igual, esa
misma voz me había aconsejado en mi dura infancia. Esa voz me cantaba en las noches y me decía que todo estaría bien.

Abrieron la puerta, y ni si quiera pudo
emitir una palabra. Me miró por un
momento, ella intentaba descifrar si
realmente era yo o le estaban jugando
una mala broma.

-¿Elena?- preguntó con los ojos llenos
de lágrimas. Se veía igual de hermosa
que cuando me había ido.

-Hola- dije de la misma manera. Las dos rompimos en llanto y nos abrazamos como lo hacíamos todas las noches.
Sentir su calor y su amor, me hizo llorar más.

Definitivamente necesitaba a mi familia.

-Regresaste- dijo separándose de mí.
Ella no se creía que yo estuviera parada
frente a ella -Te hemos extrañado
mucho-

Esa frase me relajo. Mi familia me
extrañaba tanto como yo a ellos.

-¿Puedo pasar?- pregunté tímidamente.
A pesar de que yo había crecido aquí,
no sentía que era mi hogar.

-Claro que puedes pasar, esta también
es tu casa-dijo haciendo a un lado.
Tomé mis maletas y entré. Me quedé
parada en la puerta, pues no quería ir
más allá.

-Voy por mamá, estará feliz de verte-
habló mi hermana, ella caminó a la
cocina mientras yo seguía ahí, sin poder
dar un paso.

Miré a mi alrededor, y todo seguía igual.

Las paredes de color marfil seguían
intactas, el piso de madera seguía
brillando como siempre y las fotos de
la familia estaban colgadas por todos
lados, hasta las mías.

-Hija mía-hablaron desde la puerta de
la cocina. Miré hacia la dirección de la
voz, y estaba mi mamá mirándome con los ojos llenos de lágrimas -Haz vuelto- Sin pensarlo, dejé mis maletas y abracé a mi mamá como nunca lo había hecho.
Su presencia me había hecho mucha
falta en los últimos años.

-Te extrañe mucho-dije desconsolada.
-Perdóname por haberte hecho
tanto daño- dijo de la misma manera
-Perdóname por haber sido una mala
madre-

-Nunca has sido una mala madre-
respondí mirándola a los ojos -Entendí
porque lo hiciste y no te culpo, yo
también cometí errores-

Me miró por un momento, en sus ojos vi reflejado el amor que veía cuando era una niña.

-¿Tienes hambre? Porque es hora de
cenar-dijo tomando mano y guiándome
a aquella cocina.

(**)


Había vuelto a mi primer hogar.
El plato estaba vacío. Extrañaba
demasiado la comida de mí mamá, pues
llevaba 5 años comiendo enlatados o
comida rápida, y aunque si cocinaba un poco, nada se comparaba a la comida de mi madre. Me hacían falta muchas cosas en la vida, pero tenia la esperanza
de llenar esos vacíos.

-En unas semanas será tu cumpleaños,
¿has pensado algo? - preguntó mi
mamá.

-No he pensado nada, he estado
ocupada estos últimos días- respondí
tímida.

-Entonces pensaremos en algo- comentó
mi hermana.

La puerta de la entrada se escuchó
abrirse. Nos quedamos calladas
esperando averiguar quién era.


-No había manzanas verdes, entonces
traje rojas- dijo mi padre entrado
a la cocina. Traía una bolsa de
supermercado y su típico abrigo color
gris. Levantó la cabeza y me miró, no
tuvo palabras.

-¿Elena?- preguntó.

Sonreí, pues estaba viendo a mi
miembro favorito de la familia.

-Aquí estoy- dije levantándome a
abrazarlo.






Final del capítulo




𝗾𝘂𝗲́𝗱𝗮𝘁𝗲,  𝗁𝗈𝗌𝗌𝗅𝖾𝗋Where stories live. Discover now