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El silencio reinaba en el lugar.

No se oían las aves, el sol no alumbraba como lo había estado haciendo los últimos días, y las pocas personas presentes observaban la caja de madera cerrada con flores a su alrededor, pudiendo sentir el dolor de sus más cercanos en su propia piel. Dos niñas pequeñas no comprendían del todo lo que ocurría, pero sabían que mamá no regresaría jamás porque ya no estaba en la tierra de los vivos, como les había intentado explicar su padre, y se mantuvieron quietas y en silencio, una al lado de la otra, sintiéndose tristes por no tener a su alegre madre cerca.

—Paul vámonos de aquí, por favor...

Paul observó de reojo a su novio y luego sus manos unidas, sintiendo presión por parte del mayor en su agarre. Sus ojos estaban rojos e hinchados, y no lo culpaba, él también había llorado bastante por la noticia y estaba en la misma situación.
No podía creer aún que Julia hubiese fallecido, John la estaba conociendo, ambos se estaban conociendo, el lazo que hace años se rompió entre ellos buscaba sus pedazos para unirse nuevamente sin la intención de romperse nunca más, pero el universo parecía no pensar igual que madre e hijo, y ocurrió una de las peores cosas que pudieron pasar.

Julia falleció, y ya no había nada más que hacer

—¿Dónde quieres ir? —preguntó el menor, viendo cómo un par de hombres caminaban hasta donde el inerte cuerpo de la bonita pelirroja yacía descansando dentro del ataúd para no despertar nunca más.

Una lágrima corrió por su mejilla al saber que ellos habían venido para enterrarla, y el gruñido que emitió su novio lo hizo reaccionar, como si lo estuviese regañando por llorar.

—Me importa una mierda dónde ir. Sólo quiero irme. —el azabache asintió ante sus palabras, prefiriendo no decir nada más ya que el muchacho lucía muy molesto, y no quería molestarlo más.

Paul se despidió con un ademán de sus amigos y su padre que habían asistido al funeral también, caminando junto al mayor que no soltaba su mano, y comenzaba a dolerle por la fuerte presión que John hacía en ella.
Antes de salir del cementerio, James observó cortamente el camino que llevaba hasta donde su madre estaba enterrada, justamente en el mismo cementerio donde ahora Julia estaría también. Otra lágrima cayó por su rostro, tenía ganas de ir a visitarla, pero John no lo soltaba y tuvo que seguirlo hasta irse finalmente del lugar.

Sus cansadas piernas se detuvieron en el parque del centro de la ciudad, y jadeó un poco cansado cuando siguieron caminando hasta sentarse en una de las miles de bancas que allí habían. John soltó su mano de manera brusca, y lo vio buscar rápidamente algo entre sus bolsillos. Paul hizo una mueca cuando de ellos sacó una cajetilla de cigarrillos, y se llevó uno a los labios para encenderlo a continuación, tosiendo por haber perdido un poco la costumbre al no haber fumado hace bastante tiempo.

—Me prometiste que lo dejarías. —habló Paul a su lado, y sintió una pequeña presión en su pecho ante la filosa mirada que su novio le lanzó.

—Te he prometido muchas cosas, y déjame decirte que no es la primera promesa que he roto, o que voy a romper. —un risa sin gracia salió entre sus labios al terminar de hablar.

—¿Por qué me tratas así? —quiso saber, sonando su voz dolida.

John se estaba comportando como un completo estúpido, tal y como se comportaba cuando tenían esa absurda rivalidad hace meses. Ya no era su novio dulce y detallista, ya no era ese chico que lo mimaba todo el tiempo, era ese muchacho hiriente y que hablaba sin pensar, guiándose únicamente por lo que estaba sintiendo en el momento.

—¿Por qué te trato así? —y rió otra vez, Paul presionó sus labios en respuesta.— ¿Sabes qué? Vete a la mierda y déjame sólo.

John maldijo cuando su cigarrillo se terminó, y sacó otro de la cajetilla, encendiendolo rápidamente para luego llenar sus pulmones de nicotina y otros componentes, completamente consciente de lo dañino que era para su salud.

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