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Al pasar de un par de días Paul recibió el alta médica, tenía prohibido de forma extricta realizar cualquier tipo de deporte o actividad física, tales como correr o hacer ejercicio, por suerte el muchacho estaba de vacaciones, de lo contrario hubiese tenido que faltar a la escuela y eso no le gustaba mucho. Los primeros días tuvo que hacer reposo absoluto, su novio y sus amigos iban a visitarlo todos los días, incluso algunas veces se quedaban a dormir en su hogar, siendo John quien lo hacía más seguido, el chico estaba más en casa de Paul que en la suya propia.

Para su buena suerte, las convulsiones no habían regresado, y es que le recetaron miles de medicamentos que debía tomar todos los días, suponía que gracias a ellos se habían detenido finalmente, y era algo bueno. En uno de aquellos días tuvo que regresar al hospital para que le quitaran los puntos, por suerte no le raparon todo el cabello y había sido una pequeña incisión cuya cicatriz sus oscuras hebras se encargarían de cubrir con facilidad, sería vergonzoso verse calvo ya que tenía mucho cabello, pero sabía que tal vez en la siguiente cirugía tendrían que afeitarle toda la cabeza, tendría que despedirse de su bonita apariencia.

Aquellas semanas de espera para el mes de Agosto fueron las mejores de su vida, sobre todo cuando pasaba tiempo con sus amigos y John, o cuando visitaba a su madre en el cementerio junto a su padre, y hablaban sobre sus días y lo que estaba pasando. Por suerte su recuperación había avanzado bastante bien, lo últimos días se sentía con más energía que nunca y no le dolía la cabeza, según el doctor Patrick, eso era bueno, y lo mejor de todo, es que su brazo estaba mejor y podía dejar de utilizar las malditas vendas elásticas. Al llegar los primeros días del octavo mes del año los nervios no dejaban de invadirlo, la cirugía estaba a la vuelta de la esquina y no podía dejar de pensar en ello. 

—¿Me seguirás queriendo aún cuando esté pelón? —preguntó a su novio con un tono infantil, que estaba bajo su cuerpo y acariciaba su cabello con suavidad.

—¿Por qué dejaría de hacerlo? Seguirás siendo mi Paulie bonito al que quiero tanto. —el muchacho rió, y besó la zona de su mandíbula que estaba cerca de sus labios, haciéndolo emitir un ruido muy similar a un ronroneo.

—A pesar de que estoy muy feliz de que estés aquí conmigo, te detesto porque llegaste temprano y no pude esperarte con tu comida favorita.

John soltó una pequeña carcajada ante su tono mimado, y observó de reojo la esquina de la habitación de su novio, donde descansaba un inmenso oso de peluche junto a una caja con sus dulces favoritos, y un par de polaroids de ambos adheridas a la caja como decoración. Un pequeño globo de color metálico con el número dos estaba pegado a las garras del felpudo oso, ese día habían cumplido dos meses juntos como novios, y quería darle un regalo adorable al chico. Paul no se había quedado atrás con el suyo, si bien no pudo cocinarle y esperarlo con la sorpresa, le tenía otras; un par de cajas de sus chocolates favoritos y una bufanda que él mismo había tejido con los colores de su casa de Hogwarts casi lo empujaron al borde del llanto, había sido algo tan detallista y adorable de su parte que no pudo sentirse más contento al respecto, sobre todo porque Paul lo había hecho con sus propias manos para él.

—Veo que te gustó mi regalo, soy el mejor novio del mundo. —se auto elogió el menor, viendo cómo su novio tocaba con delicadeza la bufanda verde y gris que estaba a su lado.

—¿Debería tejerte una de Gryffindor? —ambos rieron con suavidad, recordando uno de los tantos días en los que estuvieron juntos, y vieron una maratón completa de Harry Potter junto a sus amigos.

—Claro, ¿luego saldremos usando nuestras bufandas juntos? —John asintió a su pregunta, besando su cabello azabache.

Definitivamente le tejería una bufanda a su novio.

change ; mclennonWhere stories live. Discover now