epilogue

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Aunque había intentado ignorarlo, se miró al espejo de todas formas cuando salió de la ducha, sabiendo que se deprimiría si lo hacía, pero la tentación había ganado, y lo hizo con curiosidad y para sentirse mal un poco. A pesar de ser joven aún, ya habían un par de arruguitas por aquí y por allá en su rostro, aquellas que se marcaban cuando hacía muecas, definitivamente los treinta y dos lo habían golpeado como un pesado costal de cemento.

Pasó sus dedos suavemente por esas que estaban en las esquinas de sus ojos, su esposo siempre le decía que se veía atractivo de cualquier manera, y es que John casi no tenía tantas arrugas y era dos años mayor que él, ¡lo detestaba!

—Papá, ¿te estás viendo en el espejo otra vez? —sintió un golpeteo en la puerta, sus mejillas se pintaron de un tenue rojo, y río suavemente.— Estás desarrollando el complejo de narciso, papá se pondrá muy triste si te enamoras de ti mismo.

—Ya voy Jules, ya voy...

—Está bien, no quiero orinarme aquí afuera. —lo escuchó tras la puerta.

Sin más rodeó su cintura con una toalla, y se dio un último vistazo en el espejo, lanzando un beso.

—Estás guapo Paul McCartney. —se dijo a sí mismo, y escuchó a su hijo reír.

—¡Papá!

Abrió la puerta y se cruzó con el muchacho de cabello castaño idéntico a su esposo, sus pequeños ojos cafés y su nariz un poco más pequeña, sus finos labios y esa voz rasposa, Julian era la idéntica copia de John cuando tenía su edad.

—Ya puedes pasar. Recuerda bajar la tapa del inodoro, por favor. —pidió, y el muchacho rodó los ojos.

—Ya lo sé. —y pasó por su lado, encerrándose en el baño de inmediato.

Paul caminó con pereza hasta su habitación, y lanzó la toalla por los aires luego de juntar la puerta, no quería traumar a su hijo con su magnífica figura, pero claro, Julian lo veía de otra forma.

Se quedó unos segundos desnudo, y tras soltar un pequeño bufido, volvió a tomar la toalla que había caído en el suelo para rodear su cintura nuevamente, y se dejó caer de estómago sobre la cama, sintiendo la satisfacción de estar en ese cómodo colchón y en esa tibia habitación con el sonido ambiental de un par de animales a lo lejos.

—Desayuno para mi chico. —volteó su cabeza hasta la puerta, y vio a John con una bandeja entre sus manos, cosa que lo hizo sonreír.

—Estoy tan cómodo aquí... —murmuró.— Pero haré un esfuerzo porque amo cuando me traes el desayuno.

John sonrió, y negó suavemente cuando lo vio vistiendo una simple toalla.

—Vístete bebé, puedes resfriarte, y no te gusta estar enfermo. —Paul bufó, y se levantó entre mil quejidos de la cama.

Tuvo la intención de lanzarle la toalla al rostro, pero podría causar un accidente con la bandeja y la comida, por lo que simplemente la dejó sobre la cama, y se vistió con lentitud frente suyo, escuchándolo silbar en su dirección o decirle comentarios subidos de tono, cosa que le causaba gracia.

—¿Crees que me he vuelto poco atractivo? —preguntó en un momento, pasando su mano por su trasero, ya no tenía tanto como cuando era joven, y lo extrañaba demasiado.

—¿Qué dices? A mí me encantas Paul, desde el día en que tuvimos nuestra primera cita no he dejado de pensar cosas impuras respecto a tu hermoso cuerpo. —el de pestañas rizadas rió.

—¿Y mi barba? ¿Crees que debería afeitarme? Aunque estamos en un campo y mi imagen queda perfecta como campesino, me gustaba tener cara de bebé. —hizo un pequeño puchero, jugueteando con los vellos de su barbilla.

change ; mclennonWhere stories live. Discover now