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Cuando Paul llegó a casa aquél día se sintió sumamente extraño, y es que se había besado ya dos veces con su ex rival y las cosas parecían haber enloquecido dentro de su cabeza, si no fuese por el alcohol en su sistema tal vez no se habría atrevido a aceptar aquél reto, y lo de la cabina de fotos había sido un error de cálculos, un simple accidente nada más, aunque no lo veía como tal. George lo había acompañado de regreso a casa para buscar sus cosas que ya estaban limpias y luego se marchó, dejando a Paul sólo, pues James lo había llamado anunciando que había ido de compras y que no tardaría en llegar. Sus dedos tocaron picosos la cremallera de su mochila, el muchacho la abrió lentamente y vio la tira de fotografías descansando allí, con el miedo reflejado en su expresión la tomó y observó las fotos una por una, no queriendo llegar hasta la última. Su amigo y él salían allí besándose, sus ojos estaban cerrados cegados por el flash y la impresión, sin embargo lucían como si no fuese accidental, se veían como una pareja de bobos adolescentes enamorados.

Y se sintió mal por no sentir culpa.

Tal vez las cosas podrían volverse raras junto a John, pues pese a que ambos actuaron con completa normalidad luego de ese incidente, no podía dejar de pensar en lo sucedido, no tenía con quién hablarlo tampoco, si bien George era su mejor amigo, no tenía ganas de hablar sobre ese tema con el chico, quería hablar sobre esas cosas con Mary, pero sabía que era imposible, y le parecía un poco absurdo ir hasta el cementerio y hablarle a la piedra con su nombre tallado allí. Supo que tendría que hablar con su padre, después todo, los padres están para aconsejar a sus hijos y guiarlos, ¿y si resultaba que el hombre era más sabio de lo que creía? Antes de que su madre falleciera, Jim salía mucho más tarde del trabajo y pasaba menos tiempo con su familia, aún así, no era un padre ni esposo ausente, claro que no, hacía su esfuerzo como todos para mantener a su familia, y agradecía que ahora pasara más tiempo con él.

El ruido de la puerta asustó a Paul, causando que guardara la foto en su bolsillo con rapidez, temiendo haberla dañado en el acto, después de todo, sí quería conservar ese recuerdo, y es que al perecer no sólo le gustaban los chicos, tal vez, y sólo tal vez le gustaba un chico en específico.

—Hey Paulie, traje lo suficiente para que tengamos un banquete y veamos un maratón de películas de los ochenta tú y yo, ¿qué dices? —propuso el padre del chico contento, dejando las bolsas con sus compras en la mesa central de su hogar.

—Eso suena bien papá... —le dedicó una sonrisa tristona. James no lo pasó por alto.

—Paul... Sé que la relación que tenías con tu madre era única —el hombre se detuvo frente al chico, que asintió ante sus palabras.— pero puedes confiar en mí, si quieres hablar sobre tus problemas, chicas, lo que sea, no dudes en hacerlo ¿okay?

—Lo sé papá. —el menor lo abrazó suavemente, siendo correspondido de inmediato.

—Bueno, ¿quieres hablar ahora? O podemos hacerlo en otro momento si deseas —Paul negó, dándole a entender que tenías cosas que decir en ese momento.— bien, te escucho.

—Lo que pasa es que... —entonces sintió un pequeño nudo en su garganta que le impidió hablar, sus ojos se cristalizaron y su padre lo observó sorprendido, no tardando en estrecharlo entre sus brazos nuevamente.

—Tranquilo Paul. —intentó calmarlo cuando comenzó a llorar, acariciando su cabello.

—No me gusta sentirme así —sollozó ocultándose en el pecho de su progenitor.— creo que me atrae alguien.

—¿Qué hay de malo con aquello? —preguntó sonando suave y comprensivo.

—Es que es un chico papá... —se rompió a llorar otra vez, el hombre mayor pasó su mano por su espalda lentamente, no queriendo demostrarse sorprendido y mucho menos molesto ante las palabras dichas por su único hijo, no era un cerrado de mente y nunca se atrevería a hacerle daño al muchacho con palabras hirientes.

change ; mclennonWhere stories live. Discover now