59| Amaia.

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Tenía la piel erizada, mi corazón iba a mil, la tormenta se había vuelto más fuerte y las gotas de lluvia golpeaban sin clemencia el cristal de la ventana. 

Amaia me tenía tomada la cintura, sentía una extraña sensación en el brazo pero sabía que en un rato el dolor pasaría a segundo plano.

Mi boca besaba la suya sin control, su torso semidesnudo estaba vibrando de calor, justo lo que necesitaba en medio de esta noche fría y tenebrosa. 

Sólo sería sexo casual, no debía preocuparme por nada. 

Mi respiración se hacía cada vez más agitada y mi cuerpo se sentía como en una nube. 

Las manos de Amaia comenzaron a escalar por mi cintura hasta lograr encontrar mis pechos, su tacto era suave y ligero.

Pude sentirla amasar con ritmo una de mis tetas, era perfecto. 

Decidí tomar un poco de control y me abalancé sobre ella arrojándola al suelo sin dejar de comer su boca. Mi dedos comenzaron a trazar un caminillo desde su cuello hasta la entrepierna.

Comencé a quitarle el pantalón el cual por suerte logró salir sin problemas. La castaña tenía un pequeño tatuaje en forma de mariposa a un lado de la pelvis, cerca de la marca casi invisible de aquella vieja cesárea fruto del nacimiento de su hijo.

Me acerqué a la cicatriz y dejé un corto beso sobre ella mientras la observaba a los ojos, luego dejé varios besos sobre su entrepierna aún con la braga puesta.

Sus manos se hundieron en mi cabello e hicieron presión invitándome a no detenerme. 

 Hice la tela de sus panties a un lado y observé su vagina. Estaba perfectamente depilada. Suspiré de felicidad y me lamí los labios. La castaña abrió las piernas lo suficiente como para permitirme explorar el área sin problemas.

Comencé a lamer desde abajo hasta arriba, fue así como tomé su clítoris y lo metí en mi boca. Procedí a succionar como si estuviera degustando una golosina. Me metí los dedos a la boca y los humedecí lo suficiente, luego comencé a acariciar el orificio de su vagina para irle notificando que en unos minutos sería penetrado por mis largos y gruesos dedos. 

Un breve suspiro salió de la boca de Amaia haciendo que mis mejillas se sonrojaran, esa era la señal de que ella realmente estaba disfrutando mi trabajo.

Me llevé la mano a la entrepierna y por encima del pantalón comencé a masturbarme, seguido a eso comencé a intercalar mis dedos con mi lengua dentro de la vagina de la castaña mientras le comía el coño. 

Aumenté la velocidad y a medida que lo hacía su vagina se iba colocando tan húmeda que podía sentirla tan lubricar como un motor de auto nuevo. 

La tela de mi pantalones también estaba mojada y el líquido comenzaba a escurrir por mis piernas. 

Me incliné y comencé a sacarme la parte de abajo del uniforme, estaba jodidamente prendida. 

Subí nuevamente a la boca de Amaia y comencé a comerle la boca, luego acomodé mi entrepierna con la suya y comencé a frotarla lentamente. La fricción era deliciosa, mis pezones se habían endurecido y sólo deseaba que esa sensación de placer nunca llegara a su fin. 

Mi clítoris palpitaba con fuerza y la única cura era frotarme contra el coño de la castaña.

Con mucho esfuerzo logré sacarme la braga y Amaia igual, ahora ambas nos encontrábamos semidesnudas. 

Acomodé mis piernas de forma que ahora estábamos cruzadas, listas para una tijera perfecta. 

Comencé a mover mis caderas de adelante hacia atrás, mientras lo hacía no me separaba de su boca y aunque estaba incómoda la sensación era tan rica que no quería detenerme. 

INOCENTE © » 1M8.Where stories live. Discover now