37| Sra & Sra.

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No hubo una mejor forma para terminar mi cumpleaños que con una fiesta de polvos.

Vicky decidió quedarse a dormir conmigo y pese a que eso le podría generar problemas a la hora de que los guardias hicieran el conteo aún así ella decidió subir a la cama y acompañarme toda la noche. 

Había comenzado un nuevo día y mi hermosa chica se encontraba descansando completamente desnuda junto a mi. 

Observé a la pelinegra y no pude evitar sentirme en paz, se veía tan tranquila mientras dormía que casi por un instante pude olvidar que era una hija de puta.

La luz del sol comenzaba a escurrirse rápidamente a través de las cortinas y mi cuerpo comenzaba a entrar en calor. No tenía ni la menor idea de qué hora era, sin embargo sólo tenía en la mente que faltaba un día menos para salir de este agujero.

Me levanté de la cama con mucho cuidado para no despertar a Victoria y caminando en puntillas me dirigí al baño. 

Mi uretra estaba a punto de estallar, tenía mucho pipí acumulado en la vejiga. 

En cuanto localicé el váter procedí a sentarme de inmediato, una vez ubicada procedí a relajar los esfínteres y dejar que toda la orina atrapada en mi cuerpo saliera disparada de él. 

Luego de eso entré a la regadera y tomé una rápida ducha, mientras estaba allí aproveché para lavarme los dientes. 

Una vez que salí del baño suspiré al notar que Vicky aún dormía, casi como un bebé luego de tomar su biberón. 

Me puse un uniforme limpio y me acerqué a la mesa de la televisión, justo allí había un pequeño frasco de perfume, el mismo que me había obsequiado Harriet. 

Procedí a aplicarlo en mi cuello y rápidamente la fragancia recorrió el lugar.

─Qué bien hueles. ─escuché una voz ronca romper las masas de aire. 

Me giré sobre mis talones. 

─Buenos días, cielo. ─dije mientras me acercaba a Vicky y le plantaba un corto beso en los labios. 

─Luces muy bien hoy. ─comentó mientras me observaba de pies a cabeza.

─Yo siempre luzco bien. ─respondí. 

El ego por las nubes, de vacaciones con mi autoestima. 

─¿Dormiste bien? ─pregunté.

Ella asintió. 

─De maravilla. ─contestó mientras se estiraba.

De repente un golpeteo interrumpió la conversación. 

Alguien tocaba la puerta.

─Sí, puede pasar. ─respondí en voz alta.

La puerta de la celda comenzó a abrirse y mi buena amiga María atravesó el umbral. 

─Buenos días. ─dijo mientras tomaba con fuerza la bandeja de comida que llevaba en sus manos. 

Victoria se ruborizó, claramente estaba incómoda, no le agradaba mucho la idea de que alguien la viera con la guardia baja. 

─¿Dónde la pongo? ─preguntó haciendo referencia a la comida.

─Justo allí. ─señalé la esquina de la cama.

María me obedeció y procedió a dejar la bandeja justo en donde apunté. 

─Eh, debo irme. ─tartamudeó─. Nos vemos luego. ─comentó mientras se dirigía a la puerta y rápidamente volvía a desaparecer de mi vista. 

INOCENTE © » 1M8.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora