33| La Huerta.

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Luego de una rápida ducha con agua fría me encontraba tirada sobre uno de los muebles. 

Miraba a la nada pero pensaba en todo. El reloj en la pared marcaba las ocho treinta y cuatro de la mañana, mi estómago rugía y aún nadie aparecía con mi plato de comida. 

Me puse de pies y sin decir más me dirigí a la puerta, atravesé el umbral y comencé mi caminata rumbo a la cocina por algo de comer.

Se me hizo raro que no había logrado tropezarme con muchas reclusas, lo más extraño es que la prisión se escuchaba en silencio. ¿Qué estaba pasando? ¿Acaso todas se habían dado a la fuga mientras dormía y he sido tan estúpida que no he alcanzado a huir con ellas? 

El ruido de mis zapatos chocando contra el suelo era el único sonido que escuchaban mis oídos. La paz reinaba en el centro penitenciario. 

─¿A dónde se habrán ido todas? ─musité mientras hablaba conmigo misma. 

En cuanto logré llegar al pasillo de la cafetería pude ver que algunas chicas al notar mi presencia salieron corriendo directo al comedor. 

─Ahí viene. ─dijo una en voz baja pero no tanto como para pasar desapercibida ante mis oídos. 

Me detuve un instante, se me había erizado la piel, ¿Acaso se trataba de una emboscada? 

Seguí avanzando pero esta vez un poco más lento, en cuanto me posé bajo el umbral de la puerta me sorprendí al notar que todo estaba oscuro.

Estaba confundida, habían cubierto las ventanas y no había siquiera un rayo de luz presente en el lugar. ¿Por qué harían eso? 

Mi corazón se detuvo por un instante y abrí mis ojos como platos en el momento en que de repente las luces se encendieron de golpe. 

─¡Feliz cumpleaños! ─gritaron un montón de chicas al unísono.

Ahora ya sabía a dónde se habían ido las reclusas que hacían falta en la prisión. Todas estaban presentes justo frente a mi. 

Se me ruborizaron las mejillas de vergüenza, jamás imaginé que harían algo así por alguien como yo.

Habían decorado el lugar con algunos globos, de repente la música comenzó a sonar al fondo. 

─¡Olivia! ─era María─. Felicitaciones, cariño. ─dijo acercándose a mi y plantando un beso sobre mi mejilla. 

─Supongo que muchas gracias. ─sonreí. 

¿Cómo se habían enterado de que hoy era mi cumpleaños?

─Siéntate, tenemos una sorpresa para ti. ─la hispana me tomó del brazo y me hizo posar frente a una de las mesas. 

Todas las chicas presentes me observaban con una sonrisa, pese a que aún no las conocía a todas debo admitir que era un momento agradable. 

De repente pude ver a María aparecer nuevamente pero esta vez traía en sus manos un pastel enorme, la decoración era bastante sencilla, iba cubierto de crema blanca y en la parte de arriba llevaba una gruesa capa de lo que parecía ser chocolate en polvo. 

─Dios, no era necesario todo esto. ─dije un poco avergonzada. 

─Claro que sí, recordarás para siempre este cumpleaños, en especial porque podrás contarle a tus hijos que lo celebraste en prisión. ─respondió mientras colocaba el pastel frente a mi.

─Un momento, aún falta algo. ─dijo Gloria mientras se acercaba a toda prisa en dirección a mi. 

La mujer sacó del bolsillo de su pantalón una bolsa blanca. 

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