35| Cambio & Fuera.

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Mi corazón iba más rápido que el de un purasangre en medio de una carrera. 

Se me cortaba la respiración, el llanto no me dejaba tomar aire.  

─¿Sigues ahí? ─habló mi padre desde el walkie talkie─. Cambio. ─añadió. 

Intenté calmarme un poco, sabía que no podríamos hablar por mucho y que debía aprovechar el tiempo que nos quedaba. 

─Sí, aquí estoy. ─contesté─. Cambio. ─agregué.

─Oh, mi pequeña bebé. ─se detuvo─. Cuánto a cambiado tu voz. ─finalizó.

Estaba temblando, la emoción se había apoderado de mi cuerpo. 

─¿Estás bien? ─demandé saber de inmediato─. ¿Dónde estás? ─incorporé. 

─He estado mejor, querida. ─respondió─. Y respecto a mi ubicación, al principio pensé que estaba en algún lugar de Hawaii, todo lo que veía era sol, mar y arena. ─se detuvo─. Pero resulta que estoy en tierras panameñas. ─añadió.

¿Latinoamérica?

─¿Cómo lo descubriste? ─pregunté.

─Escuché a mis raptores hablar en español. ─contestó─. Era una isla llamada San Blas. ─agregó.

─Dios, ¿Estuviste allí durante todo este tiempo? ─demandé saber.

─Sí, pero justo ahora me encuentro escondido en una granja, estoy en Europa, fue muy difícil llegar hasta aquí pero finalmente pude lograr escapar. ─agregó. 

─Pensé que aún seguías en la isla, escribiste en la carta que apenas estabas pensando en huir. ─solté de golpe.

─Si te hubiese dicho mi ubicación actual y la carta hubiese llegado a manos equivocadas probablemente ya estaría en esa isla de nuevo pero con un tiro en la cabeza. ─contestó.

El silencio invadió el canal. 

─Tengo televisión aquí, te he visto en las noticias, jamás voy a perdonarme el haber estado ausente durante todos estos años. ─comentó con voz débil. 

─No es tú culpa, no hay nada que pudieses hacer para cambiar lo que pasó. ─intenté reconfortarlo.

─Tienes razón, no es mi culpa. ─soltó de golpe.

Me quedé muda.

─Es culpa de Julio. ─confesó. 

Abrí los ojos como platos y clavé la vista sobre Victoria la cual me observaba en total silencio desde la esquina de la cama. 

─¿De qué estás hablando? ─demandé saber. 

─Julio me entregó a la policía. ─respondió.

Se me hizo un nudo en la garganta.

─Aquel verano en el que iba rumbo a casa el fbi me hizo una emboscada, no entendía lo que pasaba hasta dos años después cuando un agente confesó que Julio me había entregado haciéndose pasar por mi. ─contestó─. Cuando pude demostrar que el Julio real estaba suelto dijeron que no me dejarían ir hasta que les entregara un conteiner repleto de dinero. ─añadió. 

Desventajas de tener un puto hermano gemelo jodidamente idéntico a ti.

─Eso es imposible. ─dije incrédula─. Vi tus fotos con la ropa ensangrentada, estabas muerto. ─agregué.

─Me dieron una paliza descomunal, me rompieron tres costillas, la nariz, la pierna izquierda y un brazo. ─se explicó─. Pero aquí estoy porque hierba mala nunca muere. ─finalizó. 

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